SUSTITUTO. Yawad al-Maliki, a la izquierda, junto al sustituido primer ministro, Ibrahin al-Yafari. / AP
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El reelegido presidente Talabani designa a un chií de la línea dura para dirigir el Gobierno iraquí

El primer ministro Al-Maliki asegura que nombrará a sus ministros sobre «la base de la fraternidad entre todos los grupos étnicos»

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El kurdo Yalal Talabani fue reelegido ayer presidente de Irak por el nuevo Parlamento, con lo que se convierte en el primer jefe de Estado permanente en la era post-Sadam. Los diputados eligieron también al nuevo presidente de la Cámara, el también suní Mahmud al-Mashadani, y a los dos vicepresidentes -el chií Adel Abdel Mahdi y el suní Tarek al-Hachemi-, lo que supone un relanzamiento del proceso político para conseguir un Gobierno de unidad nacional que lleva atascado desde las elecciones del 15 de diciembre. Talabani encargó esta misión al chií Yawad al-Maliki, miembro de la Alianza Unida Iraquí (AUI), al tiempo que agradeció a Ibrahim al-Yafari, jefe del Ejecutivo saliente, que renunciara a su candidatura.

En su toma de posesión el reelegido presidente prometió restablecer la seguridad y la estabilidad del país del Golfo, reconstruir sus infraestructuras, preservar su unidad e independencia y acabar con el terrorismo. «No dudaré en usar todos los medios para acabar con el terrorismo y los actos de violencia, y para mantener la unidad de su gente», dijo en su discurso. Sin embargo, ni el presidente ni su homólogo del Parlamento hicieron referencia a la presencia de las fuerzas de la coalición encabezada por Estados Unidos que invadieron el país en marzo de 2003.

Talabani ya ocupó la jefatura del Estado durante el pasado Gobierno transitorio, elegido por Washington en enero de 2005 y encargado de redactar la Constitución.

Al-Maliki, por su parte, aseguró que su equipo no se levantará sobre bases comunales, étnicas o sectarias. Precisó que el nuevo Irak se fundamentará en «una fraternidad real entre todos los grupos». Estas palabras iban dirigidas a las comunidades suní y kurda, que se oponían radicalmente a Al-Yafari por considerarle sectario. La negativa de estas comunidades, secundadas por los chiíes laicos, fue el origen de una grave crisis política que ha impedido la formación de un Gabinete de unidad nacional, cuatro meses después de las elecciones.

Renuncia de Al-Yafari

Sin embargo, la decisión de Al-Yafari de renunciar a su candidatura y la elección de un nuevo candidato como jefe del Gobierno por parte de la AUI desbloquearon la crisis y ha permitido la celebración de la sesión parlamentaria .

Al-Maliki subrayó, además, que «la eficiencia y una honestidad absoluta serán los criterios para elegir a los ministros del próximo Gobierno». El nuevo candidato a primer ministro, añadió que hará todo lo posible para asegurar que Irak se convierta «en un país de justicia, libertad y democracia y disfrute de una total soberanía». Asimismo, subrayó que «las armas han de estar en las manos del Ejecutivo» y añadió que «hay una ley que llama a la fusión de las milicias con las Fuerzas Armadas».

Los suníes responsabilizan a la milicia, conocida como los 'escuadrones de la muerte', a la que relacionan con el ministerio de Interior, del secuestro y muerte de cientos de civiles en los últimos meses.

Al-Maliki, 'numero dos' del partido Al-Dawa (El Llamamiento), dirigido por Ibrahim al-Yafari, el primer ministro saliente, está considerado como un político del ala dura dentro de la agrupación chií confesional AUI. Fue sentenciado a muerte durante el régimen de Sadam Hussein, por lo que se vio forzado a huir del país y a refugiarse en Irán, Siria, entre otros países, hasta su regreso en 2003 tras el derrocamiento del dictador.