Cádiz C.F.

El Cádiz apela al 'Espíritu Irigoyen'

El equipo encara una recta final de Liga en la que deberá recuperar el carácter de los 80' para salvarse

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Tiempos de misterio. El fútbol se pasa al esoterismo como último recurso para espantar los males deportivos. El defenestrado Real Madrid apela al espíritu de Juanito para solventar la temporada con éxito.

Pero Cádiz es diferente. Aquí no se acuerdan de un jugador o un entrenador. El equipo y la afición apelan al Espíritu Irigoyen para lograr un nuevo milagro. No es que en el vestuario hayan adquirido una tabla de guija, ni se escuchan psicofonías en las gradas de Carranza.

Simplemente quieren recuperar ese carácter, esa garra, esa actitud y esa suerte (¿por qué no?), para darle la vuelta a la situación y conseguir la permanencia en Primera División.

El mejor ejemplo

El presidente cadista tuvo muchísimo que ver en esa etapa en la que el Cádiz siempre se salvaba en las últimas jornadas, contra pronóstico y cuando todos lo daban por muerto. Y lo hizo de muy diversas maneras.

Por ejemplo, moviendo sus hilos en la Federación y sacándose una Liguilla de la Muerte que fue decisiva para que el equipo, eterno farolillo rojo, no bajara a Segunda División.

O teniendo amigos en todas partes, como por ejemplo el presidente del Real Betis Balompié, con quien se jugó un descenso que no llegó a consumarse.

Manuel de Irigoyen tenía un buen olfato en el plano deportivo. De ahí que confiara en entrenadores como David Vidal o Ramón Blanco, unos novatos que se hicieron grandes forjando milagros un año tras otro.

Confió en la cantera, de donde salieron grandes futbolistas como Mejías, Juan José, Kiko, Quevedo, y muchos más históricos del cadismo. Un espíritu de canteranos y hombres comprometidos que la afición intenta infundir en una plantilla que actualmente cuenta con muchísimos jugadores foráneos.

Ese equipo también se nutría de grandes cracks sudamericanos. La hinchada amarilla desea que Lobos asuma el papel de Mágico González o de Tilico, que Medina recuerde al mejor Dertycia y no al Indio Vázquez, y que Limia sea tan efectivo como Szendrei (en este caso húngaro).

Irigoyen ya confió en Víctor Espárrago, pero el uruguayo fue el único de sus técnicos que no se vio en una tesitura tan complicada. Ahora, en la segunda parte lo va a tener mucho más complicado.

Los tiempos cambian, y el Cádiz de ahora poco tiene que ver con el de entonces. El dinero ha acentuado las diferencias entre pobres y ricos y los gaditanos llevan las de perder. Pero cada vez que miren la tabla y piensen con desánimo en lo difícil que se ha puesto la empresa, deben mirar aquellos días gloriosos en los que el equipo se ganó con orgullo el famoso apelativo de Submarino Amarillo por gestas mucho más complicadas. Nada es imposible.