Editorial

Visita sorpresa en el Sahara

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El rey de Marruecos ha iniciado este lunes, sin anuncio previo, un viaje por el Sahara occidental que se esperaba desde hace tiempo y que ha suscitado un notable interés en cuanto a que es vinculable al escenario de presentación de una próxima iniciativa de Rabat sobre el disputado territorio de la antigua colonia española. El soberano va a pasar la semana casi completa en las «provincias del Sur» y tendrá ocasión de recibir el homenaje de la mayoría promarroquí que integran los ciudadanos instalados allí en el marco de la intensa política de colonización e integración de facto del territorio. Huelga decir que las severas medidas de seguridad puestas en marcha le dispensarán de enfrentarse a las eventuales protestas de los independentistas saharauis.

El viaje coincide con un periodo crucial del contencioso, caracterizado por algunas ganancias del Frente Polisario en el registro diplomático y por la exigencia de la comunidad internacional de que Marruecos mueva ficha para romper el peligroso punto muerto en el que se ha instalado la cuestión. El rey y su Gobierno parecen haber asumido, lo que no es nada desdeñable, que no se puede hacer una política monolítica remitiéndose perpetuamente a una inalterable y tajante negativa, que llegó a su culminación con la tajante oposición a la segunda y última versión del Plan Baker, el mecanismo puesto a punto con suma destreza técnica por el antiguo secretario de Estado norteamericano. La aceptación de aquel plan por los independentistas puso a Marruecos en la tesitura imperiosa de presentar alguna iniciativa propia y hay indicios de que tal cosa está cerca y, muy probablemente, haya sido el desencadenante de la visita real; de hecho, se habla de que a finales del mes de abril Rabat propondrá al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde se dilucida actualmente el conflicto, una propuesta que partiría de la particular interpretación que de un régimen autonómico para el territorio haría Marruecos. Sin embargo, hay igualmente pocas dudas de que el plan sea aceptado por el Polisario, que siempre ha descalificado las soluciones intermedias como el autogobierno local en el marco de la soberanía marroquí. En cualquier caso, la posible propuesta marroquí tendrá el doble mérito de alentar el debate y, de paso, hacer pedagogía política en el propio Marruecos, donde el rey deberá convencer a los suyos de la conveniencia de reordenar la distribución geográfica y administrativa del poder y reconocer particularidades que la democratización en curso en el reino deberían hacer viables y duraderas sin peligro para el Estado.