directora de arco

Lourdes Fernández: «ARCO se tiene que resituar en la nueva realidad internacional»

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–¿Qué piensa cambiar en ARCO?

–He pedido y pido simplemente reflexión. Es decir, yo no puedo ahora, primero porque no lo sé realmente, pero también porque creo que sería imprudente, decir cuáles son las directrices que van a marcar el futuro de mi trabajo. De lo que me he dado cuenta, en el poco tiempo que llevo aquí y en conversaciones con las galerías, es que el sector se merece una profunda reflexión. Se han cumplido 25 años y eso nos hace parar y pensar sobre todo en qué va a ser. Pero reflexionar mucho tiempo tampoco, no es un ocultismo, ¿eh? Conversaciones con las galerías, con la gente implicada, y en un par de meses quiero mostrar una estrategia, que por supuesto tiene que tener, no sé si llamarlo nuevas directrices, o nuevas fórmulas, porque tampoco una feria como ARCO puede evolucionar rápidamente.

–¿Ruptura o continuidad?

–Ni ruptura ni continuidad, evolución, y la evolución requiere un tiempo.

–Pero es indudable que estamos ante una nueva etapa. Primero, porque se ha cerrado un ciclo de 25 años, que es una cifra muy simbólica, y se abre un tiempo que coincide además con un cambio de dirección. Algún sesgo propio tiene que darle, ¿por dónde irá?

–Yo prefiero centrar esa reflexión sobre todo en cómo el mercado tiene que asumir las nuevas formas de arte. Es decir, el arte ha cambiado no solamente en sus técnicas, en su forma de presentarse, o en esa multidisciplinariedad a la que ha llegado, sino que los propios modos de producción de los artistas son diferentes. Y el mercado se tiene que adaptar a esa nueva realidad. También hay que reflexionar y estudiar bien todo el tema del coleccionismo, que hasta ahora en España ha sido incipiente, pero yo pienso que ahora existe un interés manifiesto por el arte gracias a ARCO y a sus 25 años. Entonces, se trata de aprovechar lo que ARCO ha hecho en esos años, creando ese coleccionismo, al que igual le falta cierta madurez, para también dirigirnos hacia el mercado. Al final lo que las galerías quieren es que ARCO funcione. Y ARCO tiene que funcionar sobre todo a nivel comercial, es decir, mercantil. Es el mercado del arte, no es un museo ni es un proyecto sin ánimo de lucro, es la feria de las galerías.

–¿Le preocupa el número de visitas a ARCO? ¿Se plantea hacer más cualificado el público?

– Sí, por supuesto, pero eso también se lo ha propuesto Rosina Gómez Baeza, que hace pocos días decía en una entrevista que hay que ser estrictos con las galerías y con el público. Lo que pasa es que es verdad también que hay tantísimo interés por visitar ARCO, que yo creo que deberíamos buscar un equilibrio. Es decir, lograr la profesionalización pasa por restringir el número de visitantes, pero también hay que tener en cuenta esa popularidad que tiene ARCO, esa capacidad de absorber gente, que viene de toda España en autobuses, sobre todo de Facultades de Bellas Artes, que además beben de esa novedad. Eso tampoco lo puedes eludir. Hay que evitar que se moleste al profesional que está trabajando, pero hay que buscar alguna fórmula. No es fácil.

–Pero puede deslizarse por la pendiente de la elite, ¿no?, y dejar de lado el carácter cultural popular que también tiene el evento.

–Pero es que yo creo que no se trata de elites, yo lo llamaría profesionalización. También pasa con otras ferias: el SIMO, además de una feria profesional donde se presentan las últimas novedades tecnológicas, tiene muchísima repercusión popular, porque todo el mundo quiere saber cuál es el último teléfono móvil. O la del automóvil, o Fitur, siempre hay ferias que tienen ese componente. Lo que pasa es que en el caso del arte es muy molesto para un galerista estar vendiendo, tratando al cliente, con un público de masas. No es restringirlo a la elite, sino buscar un equilibrio, con más días, por ejemplo. Quiero hablarlo un poco con las galerías, a ver qué es lo que les gustaría.

–¿Qué posibilidades baraja?

–Se ha intentado un filtro poniendo la entrada a 35 euros, que es carísima, pero vienen a miles. O sea, que no es fácil, pero igual sí restringir más estos días para que los profesionales puedan trabajar.

–Otro de los caballos de batalla es la selección de las galerías, siempre tan polémica. ¿Va a haber cambios de criterio?

–Hay una ley de ferias y unos estatutos, unas reglas que hay que cumplir. Es decir, la selección la realiza el comité organizador de ARCO, la directora no tiene voto, sólo voz. El comité está compuesto por 16 galerías y son ellas las que elaboran una lista, puntuando las candidaturas por orden de mayor a menor de acuerdo a una serie de valores, por ejemplo que la galería esté abierta al público, que realice al menos cinco exposiciones al año, que tenga cubierta su Seguridad Social, que haga catálogos, etc. Y luego hay un aspecto más conflictivo, que es la calidad de lo que expone. La valoración de esa calidad depende de cuáles son los otros que han optado. En época de crisis no hay muchos candidatos, con lo cual galerías más dudosas tienen más facilidad para entrar. En épocas boyantes el elenco sube de nivel, con lo cual muchas españolas se quedan fuera. Por ejemplo, el año pasado, cuando fue México el país invitado, toda Sudamérica quiso venir.

–Se comenta que no vienen las galerías más importantes, que faltan algunas de centros neurálgicos, como Nueva York o Londres. ¿Qué opina?

–Yo pienso que el problema no es geográfico, el problema es de contenido de las galerías. Y eso es un trabajo que también requiere mucha reflexión. Uno de los retos que tenemos ahora es que ARCO ha adquirido una personalidad dentro del panorama internacional, un contexto que ha cambiado muchísimo de cuando ARCO empezaba, en los años 80, que en España había un momento económicamente fantástico y encima tampoco había tantas ferias; pues ahí encontró un lugar que al menos ha sabido mantener. Pero la situación hoy es otra, que además no tiene nada que ver. Art Bassel ha abierto Art Bassel Miami, que ha absorbido todo el mercado latinoamericano, que igual era una posibilidad que podía haber protagonizado España. Hace dos años surgió Frieze de Londres, que es una feria que también aglutina galerías de un nivel altísimo y además es un centro financiero que funciona económicamente muy bien, con lo cual ARCO se tiene que resituar en esa nueva realidad donde las tres grandes, digamos, compiten con ella; y luego están surgiendo otras pequeñas, que van a tener su peso.

–También lo hacen aquí, como la reciente ArtMadrid, también llamada «de los excluidos», que se han quejado de que no habéis querido colaborar con ellos, ¿cómo lo ve?

–A mí lo que me parece mal es que surja una feria en contra de ARCO. Yo creo que las ferias han de existir, el mercado es libre, pero si tú surges ya en contra de algo… evidentemente, no se puede. Yo creo que si tú tienes la suficiente fuerza, si cubres unos parámetros de calidad, no hay que preocuparse por ello. Hay otra feria de arte que hacen en el Palacio de Congresos dos semanas antes de ARCO, que no surge contra nada, sino para cubrir un vacío que ARCO no va a ocupar nunca. Ellos quieren tener su espacio y no lo plantean como una guerra.

–¿Cree que debe haber más arte español en la feria?

–Como en el caso de las galerías, yo creo que no hay que hablar por geografías, creo que hay que hablar de proyectos. En la medida que se mantengan esos parámetros de calidad, yo creo que se está ayudando al arte español.

–¿Si no estás en ARCO no eres nadie?

–Yo he sido galerista, periférica además, y sé que si no estás en ARCO, lamentablemente, como tantas otras cosas de la economía de este país, tienes que hacer muchos más esfuerzos de contactos e intercambios para tejer toda esa tela de araña. Si lo has de hacer sola desde San Sebastián, tienes que ser Juana de Arco. En cambio, tú vienes aquí una semana y es impresionante lo que haces. Sí es verdad también que hay como ansiedad por estar en ARCO y quizás luego no se aprovecha lo suficiente.

–Me interesa mucho su experiencia como galerista de DV. ¿Cómo se lleva una galería en una ciudad mediana y además vinculada a un periódico, el Diario Vasco?

–El otro día alguien me preguntaba: «De todo tu recorrido profesional, ¿qué es lo que destacarías?» Y yo decía: «La DV». Han sido diez años en los que hemos hecho un trabajo muy gratificante. Primero, porque el periódico estaba por detrás y eso nos permitía, en una ciudad mediana, hacer una apuesta por artistas que realmente necesitaban una plataforma de lanzamiento, que quizás una galería que no tuviera ese apoyo lo podía tener más difícil. El País Vasco tiene una cantera de artistas fantástica, seguramente por la Universidad de Lejona y por ArteLeku y por un sistema de becas y un apoyo institucional a la creación de los jóvenes. Entonces, para nosotros era, entre comillas, muy fácil, por un lado poner la galería apoyada por el periódico y, además, tener esa cantera de artistas jóvenes que, no tienes más que verlo, siguen saliendo; vas al Injuve y la lista de artistas destaca porque hay muchísimos del País Vasco, muchos de ellos de los nuestros que se van situando.

–¿Y cómo crear coleccionismo en la periferia?

–San Sebastián tiene una ventaja: la gente tiene interés y capacidad de absorción de cosas nuevas. Se vio con Manifesta; a la gente le interesaba tanto que luego no entendió nada, pero es que fueron 100.000 visitantes. Es una ciudad muy participativa: el festival de Jazz mueve masas, el de cine está considerado como el festival del público, mientras el de Berlín es el festival de la crítica, Venecia el del glamour y Cannes el de la industria. Era muy fácil contactar con la gente, porque la gente venía. Otra cosa es ya conseguir vender, eso ha sido una labor mucho más ardua, pero bueno…

–¿Ha tenido que ver Manifesta en su elección para dirigir ARCO?

–Pues yo creo que mucho, porque al final ha sido un proyecto con una proyección internacional importantísima y, además, con una aceptación internacional que no fue quizá la local, pero eso es otro tema. Fue un evento de unos meses de muchísimo trabajo, de estructura organizativa... Además, fue polémica y yo no me doblegué ante las críticas. Todavía hoy me dicen que no dejé que mucha gente interviniera. Yo lo que hice fue dejar que los comisarios fueran libres. Eso tuvo un precio, mi cabeza. Estoy tranquilísima porque el discurso de Manifesta, sobre todo como proyecto artístico, fue un éxito. Es cierto que podíamos haber puesto más énfasis en lo local. Visto con perspectiva, me hago esa autocrítica, pero ya no puedo hacer Manifesta otra vez. No es lo mismo hacer cincuenta festivales de cine, en los que vas aprendiendo, que hacer una Manifesta donde no puedes rectificar, algo que haría en muchos aspectos. No me he doblegado a las críticas, basadas en lo local.

–Tengo la impresión de que debe ser un mundo terrible, ¿no?, donde hay muchísimos intereses más allá de lo meramente artístico…

–Es distinto el mundo del arte del mercado. En el mercado del arte sí que hay muchísimos intereses económicos, pero yo creo que como en todo mercado. Yo no conozco el de las nuevas tecnologías, pero me imagino que Nokia y Siemens se dan de palos por el último modelo.

–Relativamente, porque aquí lo que se vende es otra cosa, más intangible, ¿no?

– Sí, me refiero a que es igual en la competitividad, pero es cierto que al ser intangible, influye mucho quién diga si vale o no, luego se vende o no se vende. Pero hay que aceptar que la cosa es así en este ámbito.

–¿Qué apoyo puede darle a las galerías?

–Todo el que pueda, pero no es una cuestión de apoyo, yo creo que la mejor ayuda es un comité de selección muy rotundo, como lo tienen otras ferias.

–Ha hablado de los nuevos medios de expresión artística. ¿Cómo es el arte que viene?

–En Manifesta teníamos 57 proyectos de artistas, en los que, desde luego, no era un objeto que luego puedas vender lo que ellos creaban, sino que era una instalación; o era instalación con performance como Carlos Bunga; o era un montaje como el de Jan De Cock en Ondartxo, una construcción que además era efímera porque desaparecía; o era un vídeo con unas secuencias que luego no eran las mismas; o eran unos carteles de hoteles iluminados, o unos lápices en el suelo. Era todo relativamente efímero, relativamente costoso de producir.

–¿E invendible?

–Bueno, es vendible, porque luego hacen fotografías de esas instalaciones, hay formas luego de mercado, pero es complicado. Hay que ir a fórmulas nuevas, como canales de distribución de los vídeos… Los nuevos modos de producción van a dar nuevos modos de distribución, con lo cual las galerías, además de hacer exposiciones y vender, igual tienen que centrarse en estos canales