Sociedad

La adopción, en primera persona

Una filósofa navarra se coloca en los primeros puestos de los autores que más venden con un libro, mitad autobiografía, mitad guía, que explica paso a paso cómo logró la tutela de una niña china

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Sara Barrena se encuentra en plena promoción de su libro. De la mano, lleva a Sara Yu Lai, su «princesa venida de la lluvia», una niña de cuatro años y medio, con coletas, que enseguida te cautiva con una irresistible sonrisa oriental para que le leas un cuento. Yu Lai desaparece encantada tras una desconocida que está dispuesta a leérselo. Su madre, entre tanto, va re-latando cómo llegó a su vida desde el otro lado del mundo esta criatura de «risa desvergonzada» que tiene a toda una familia española rendida a sus pies.

Venida de la lluvia es el libro que ha escrito Sara Barrena, de 29 años y doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra. En él, explica en primera persona la bella y a la vez larga y dura historia de una adopción internacional; de las más de cinco mil que anualmente se producen en España, el primer país de la UE en adopciones y el segundo del mundo. El título del libro responde a una traducción libre de Yu Lai, el nombre chino de esta niña que algún día querrá leer su propia historia.



-Ocho millones de niños de todo el mundo viven en orfanatos. ¿Esto le llevó a la adopción?

-Al principio, sí. Pero luego aparecen otros motivos. Descubres que es otra manera de ser padre. No hay nada de caridad. Es mucho más lo que me ha aportado mi hija a mí que yo a ella.

-¿Y por qué pensó en China?

-Por casualidad. A mí marido y a mí nos daba igual el país, la raza... La adopción nacional es casi im-posible, porque las listas de espera son larguísimas. Y recurrimos a la internacional. Dentro de ésta, nos recomendaron China y aceptamos la idea.

-Pero China exige que los padres tengan al menos 30 años de edad. Y ustedes entonces sólo tenían 28.

-Pensamos cambiar de país, pero los tiempos de espera en otros países también eran larguísimos.

-¿No se animaron a tener un hijo biológico durante la espera?

-No hicimos nada por no tenerlo. Pero no llegó.

-Dice que Yu Lai no fue exactamente abandonada.

-Muchas mujeres viven situaciones terribles en China y yo no me atrevo a juzgarlas. Creo que ellas, a su forma, intentan dar a sus hijas un futuro mejor. A Sara la dejaron en las oficinas de Asuntos Civiles de Xinhua, que es el organismo que gestiona las adopciones; bien vestida y con una bolsita roja, el color de la buena suerte en China, con una nota que llevaba escrita la fecha de su nacimiento. Tenía tres días de vida.

-¿Cuándo le dará a leer su libro a Sara?

-Cuando considere que está preparada. Pero ella ya sabe que es adoptada. Nosotros le contamos la historia en forma de cuento. Le dijimos que fuimos a buscarla en un avión, porque a ella también le preocupa el tema de la barriga. Dice: «Tú eres mi mamá, pero yo no he estado en tu tripa». Y le explicamos que estaba dentro de la barriga de una mamá china que no la pudo cuidar y que la llevó a una especie de colegio. Y que nos llamaron, y que fuimos, muy nerviosos, a por ella. Le encanta conocer todos los detalles. '¿Y lloraba? ¿Y tomaba el biberón?', pregunta. Lo más difícil para un niño adoptado es asumir que le abandonaron. Se trata de hacer hincapié en todo lo positivo para contrarrestar lo más doloroso.

-¿El libro también intenta 'contagiar' a otras parejas?

-Sobre todo, ayudar, porque durante el proceso de adopción hay mo-mentos en los que te desesperas. Se te hace larguísimo y tienes miedo a que todo salga mal.

«Me puse a llorar»

-¿Alguien intentó quitarle la idea de la cabeza?

-Oyes de todo. Hay quien te dice que es malo sacar a estas niñas de su país, que las desarraigas... El mejor argumento contra esos comentarios es mostrar a mi hija: una niña feliz y perfectamente integrada, que participa en las fiestas de su pueblo, que habla y juega como los demás niños...

-En su libro habla de un embarazo de elefanta.

-Por el tiempo. Nosotros esperamos en total dos años y medio. Pero hay gente que espera más.

-Las pruebas de idoneidad tienen fama de ser muy duras.

-En mi caso, los psicólogos fueron muy respetuosos. En el fondo, quieren ver que tu decisión es firme y no un arrebato pasajero. Pero en otras comunidades he oído casos en los que se meten demasiado en tu vida privada. Muchas veces, desde las instituciones te lo ponen muy difícil para que la gente que no está muy preparada se eche para atrás. En todo caso, creo que habría que simplificar los trámites y dar muchas más facilidades, empezando por España, donde cada comunidad autónoma tiene sus leyes en esta materia y es un caos. Hay comunidades en las que, sólo para obtener el certificado de idoneidad, se tarda más de un año.

-¿Cómo supo que ya tenía una hija?

-Iba conduciendo. Llovía a mares. Sonó el móvil. No debería haberlo cogido. Pero vi el prefijo de Bilbao y pensé: '¿Es, es...!' Y era. Nos habían asignado por fin a una niña. Tenía siete meses. Me dieron la fecha de nacimiento y su nombre chino: Xin Yu Lai. Era el 2 de mayo de 2002. Los trámites los habíamos empezado en diciembre de 1999. No he parido nunca biológicamente, pero aquello lo viví como un parto. Y no le digo nada a la mañana siguiente... Al ver la foto, me puse a llorar. Quería correr a China a buscarla. Es algo muy especial.

-¿Se preguntó por qué ese bebe y no otro?

-Te lo preguntas. Dicen que en el matching room, la habitación donde unen el expediente de un bebé con el de unos padres adoptivos, tienen en cuenta gustos e incluso fechas comunes. Por ejemplo, si el informe dice que a un bebé le gustan los juguetes musicales, le otorgan un padre músico. No sé si será cierto. En mi caso, no sé por qué nos unieron. Es cierto que ella es una lectora tan voraz como yo, pero es posible que sea porque en casa nos ve leer mucho. Lo cu-rioso es que todos los padres adoptivos que conozco dicen: 'Era la niña perfecta para nosotros'.

-Ir a China a por un hijo es toda una aventura.

-Ahora me río, pero estábamos totalmente de los nervios. Ni siquiera nos atrevimos a coger un avión para volar a Madrid por miedo a perder el vuelo o a un retraso.

-Le entregaron la niña el día de su llegada, sin tiempo para recuperarse del 'jet lag'.

-Es igual. Si me hubieran dado una noche para dormir la habría pasado en blanco. A las tres estábamos en la habitación y a las seis llegaban las niñas. Pero nadie pu-do esperar en su habitación. Los padres y madres fuimos saliendo al pasillo y allí aguantamos la espera; hasta que llegaron.

-¿Reconoció a su hija?

-No. Cuando me la dieron pensé: ¿Qué pequeña! Me esperaba un bebé más rollizo. Además, estaba llena de granitos y con eccema en la cabeza. Pero con una expresión de gran dignidad y fortaleza. Apenas lloró. Abría mucho los ojos y lo miraba todo con curiosidad. Hay que entender que hasta entonces no había visto nada más que el orfanato.

-Parece un final feliz...

-Es todo muy bonito, pero también muy duro. El segundo día, y el tercero y el cuarto, lloraba sin parar. Daba unos gritos que me hicieron dudar si no tendría algo malo. Llegó incluso a arañarme la cara. Y, claro, te agobias muchísimo. Te advierten de que las reacciones pueden ser variadas: llanto incesante, problemas de sueño, rechazo a las muestras de cariño o a uno de los padres Hay que tener en cuenta que son niños a los que les estamos cambiando el entorno y eso genera ansiedad. Yo sentía de pronto que mi vida iba a ser un desastre, que iba a ser una esclava... Me atormentaba la idea de no valer para ser madre.

-Suena a depresión postparto.

-Es que existe también en las ma-dres adoptivas. Yo la pasé aquella primera semana en China, y también al llegar a casa. Porque Sara, durante los primeros días en España, también lloró sin parar. Son niños que te absorben muchísimo. Ya han sufrido un abandono y tienen miedo de que todo desaparezca de nuevo. Sara temía ce-rrar los ojos. No quería dormirse. Y se pegó a mí de una forma increíble. Por suerte, pronto pudimos acostumbrarla a estar con las abuelas y ahora es muy sociable. Poco a poco todo se pone en su sitio.

La primera carcajada

-¿Ha usado el método del doctor Estivill?

-Lo he leído, pero soy incapaz. Hay todo un debate entre padres adoptivos sobre ese método. Yo no creo que sea el más adecuado para estos niños. A mi juicio, más que disciplina, lo que necesitan es una ración extra de cariño.

-¿No existe el riesgo de malcriarlos?

-Bueno, si hace algo que está mal, por supuesto que le riñes y le pones límites. Pero, ¿que se meta en tu cama? Si has estado esperando tres años, pues disfrútalo.

-¿Cuál fue el primer momento de felicidad?

-Su primera carcajada. Entre tanto ataque de llanto, de pronto entré en el baño del hotel con ella, me puse a darle vueltas a un espejito de mano y se partió de risa. También me emocioné mucho cuando, el tercer día, mientras jugaba con otras niñas en una zona de juegos del hotel, de repente giró la cabecita hacia atrás buscándome con la mirada. Al ver que yo seguía allí, se volvió de nuevo y siguió jugando. Sentí que me reconocía.