Las tres cartitas, sin cartas

Antes te dan la Epístola a los Corintios que la carta del restaurante de pescado en la playa con los precios

Hay que controlar el precio que valen las comidas en las playas Miguel Velasco
Antonio Burgos

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Los timadores callejeros han pasado a la historia. Hubo un tiempo, hará cosa de veinte años, en que todos los trileros tenían su asiento en las calles más céntricas, especialmente a las horas del mediodía, cuando el comercio estaba cerrado. Su paraíso era Sierpes entre Las Cuatro Esquinas de San José y la Cerrajería, frente al Mercantil. Sobre una caja de cartón como mostrador, el timador sacaba sus tres cubiletes, con la destreza de un prestidigitador, en uno de los cuales escondía una bolita de papel como las del sorteo de los toros en el apartado, que era la que llevaba el premio a quien la acertara. Hacían una demostración e invitaban a los incautos aspirantes a este cuponazo de pobres a que dijeran bajo cuál de los tres cubiletes, a los que había dado más vueltas que un coche para esquivar el cierre parcial del Puente de las Delicias, se encondía la bolita de papel que suponía llevarse todo el dinero que el personal asistente y endiquelante había depositado. Picaban muchos, con lo conocido que era el timo del trile, y cuando ya se trataba de jugada de verdad, tras darle a los tres cubiletes todas aquellas vueltas, resulta que ninguno acertaba y el dinero que todos habían puesto se lo quedaba el pícaro. Que tenía puestos a compadres por las esquinas, para que le avisaran si llegaba la Policía Local. El grito de alarma era:

—¡Agua!

Cuando alguno de los vigilantes del trilero gritaba «¡agua!», salían todos corriendo, dejando abandonado el envase de cartón que les había servido de mesa. Tan antañón resulta ya evocar la Sevilla de los trileros que recuerda más bien aquella serie de Enrique Rubio, «La Timoteca Nacional». Ya no hay trileros. En la calle Sierpes y con los tres cubiletes ya no hay nadie. Ni incautos que piquen. Los trileras están ahora donde usted sabe y se imagina. Como tampoco se da ya el timo de las tres cartitas, que era algo parecido al trile, tan clásico de una época.

Pero como todo evoluciona, ahora hay una nueva modalidad del timo de las tres cartitas, que es el de ninguna carta en los restaurantes. Hablo naturalmente de los restaurantes de fuera de Sevilla, líbreme el cielo de ponerle la palabra encima a la meritísima y honradísima hostelería local. Este timo de las tres cartitas sin ninguna carta se da mucho ahora en estas fechas en los restaurantes de la costa. Esos que te recomienda un amigo, que te dice que ponen unos bueyes de mar maravillosos, y si no sabes con qué bueyes de mar aramos, te recomienda que no dejes de pedir las coquinas, grandes y sin arena ninguna. Vamos, con menos arena que cuando este invierno el temporal se llevó la de La Antilla y playas adyacentes.

En estos restaurantes de playa, marisqueros y coquineros todos más bien, ni se les ocurre darte la carta, para que no puedas ver de antemano si la estocada que te van a pegar va ser trasera, desprendida, caída, contraria o en toda la yema, que suele ser lo más común. Antes te dan la Epístola a los Corintios que la carta del restaurante de pescado en la playa con los precios. Se impone el recitado, como antiguamente el de las tapas en las barras de los bares de Sevilla:

—Nos han entrado de Sanlúcar unas acedías muy buenas...

Todas las acedías son de Sanlúcar, como toda gamba es de Huelva y todo lenguado de estero. Te dicen por delante, para que lo memorices y lo pidas, aquello a lo que quieren darle salida, vamos, llevárselo hasta detrás de la cadera, como el remate de buen pase de muleta. Y en el muy improbable caso de que logres que te entreguen la carta y veas los precios, viene el que Carlos Herrera llamaría «el fueraparte de la estocá». En lo que insisten muchísimo siempre:

—Fuera de carta tenemos unas papas con chocos que hemos hecho hoy, y fideos con langostinos, muy buenos, y un pargo fresquísimo, que también nos ha entrado hoy.

Lo que nos entra de verdad es un susto de muerte cuando al final, después que la casa haya invitado a una copa de orujo, te vienen con la cuenta. La clavada también es fuera de carta, naturalmente. Es como para darle al tío el premio a la mejor estocada de la Feria, del clavado que te pegan...

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