Roma en los tribunales

Roma no está en los museos. Roma se sienta esta semana en los tribunales

Felix Machuca

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Aseguran que por cierta laberíntica historia entre masones, el capitolio estadounidense, tiene en paradero desconocido su primera piedra, donde, al parecer, iba adjunta una Constitución paralela a la vigente. No sé si será verdad o formará parte de las grandes leyendas urbanas que alimentan los grandes hitos de la historia. Y un hito de la Historia moderna, sin dudas, fue la Constitución norteamericana donde intervinieron, muy activamente, hijos de la viuda (así se les conocía a los hermanos del compás y el cartabón) como Franklin, Washington, Bedford y otros tantos. Aquí lo que nos interesa de todo esto es el hecho de que la primera piedra del Capitolio sigue en paradero desconocido. Y no hay nadie que, si es verdad lo que se asegura, haya podido dar con ella. Esa misma sensación de habérsela tragado la tierra se tiene en Andalucía, España y la Humanidad con los millones que busca en estos momentos la Justicia de los ERE tóxicos gestionados por el PSOE andaluz. Y tal y como están las cosas, uno se deja invadir y vencer por el escepticismo, para concluir que antes aparecerá la primera piedra capitolina yanqui que los más de setecientos cuarenta millones de euros volatilizados en el nombre del padre, del hijo y del espíritu clientelar de los que viven, crecen y se multiplican bajo el cielo protector socialista.

Los que entienden que Roma está viva en los museos y en las investigaciones de nuestros historiadores se equivocan. Porque en los museos y en esos brillantes artículos doctorales que firman nuestros más solventes romanistas palpita el espíritu de lo que fue. Pero no de su actualidad. Una estatua de Mitra es mármol sin color ni devoción. Un bonito epitafio encontrado en una tumba descubierta en Turquía es el rastro de la vida y la muerte según Roma. Un ánfora de aceite astigitano con toda su trazabilidad escrita sobre su cuello y asas es una información veraz y objetiva, fundamental para que Genaro Chic y su escuela de historiadores aceiteros, nos enseñaran cómo el aceite bético chorreaba la economía imperial desde las tierras de la actual Andalucía occidental. Pero resulta imposible que oigamos cómo crepitaba la sartén de un legionario destinado en el muro de Adriano cuando echaba un tocino para freírlo junto con un par de huevos…de corral. En cambio hay una institución, al margen del Derecho Romano, que sigue gozando de una intensísima actualidad pese a más de los dos mil años de historia que nos separan de su nacimiento.

Me refiero al régimen clientelar. A esa derrama de favores económicos y comerciales con los que Roma pastoreaba a los clanes dependientes de los poderosos senadores o del mismísimo emperador. Esa forma de entender la vida, tú me das y yo te doy, sigue tan activo que andan perdidos miles de millones de pesetas que ahora investiga la Justicia, esparcidos entre altas empresas y menudos clientes, en una pirámide empresarial y social que explica muchas cosas. Casi todas las cosas. Arroja luz, por ejemplo, a lo extremadamente dificultoso que es para un cargo socialista de medio pelo pasar al paro, cuando se le acaba las pilas de su carrera. Siempre hay un consejo de administración, una universidad o un despacho esperándolo. Y también explica que la gente corriente, la que sueña con asar vacas como modelo de bienestar en la vida, sea hooligan de una marca política que los protege y alimenta, por medio de una política extraordinariamente gastronómica. Es posible que este sistema de canalización de las prebendas y ayudas clientelares explique cómo una comunidad como la andaluza se ha convertido en socialista de toda la vida, pase lo que pase, se pudra lo que se pudra. Lo mismo pasa en Cataluña pero con el rostro amarillo del soberanismo. O en la comunidad valenciana con los trajes a medida. En cualquier caso, en pesetas, los 123.392 millones que se volatilizaron como el éter en contacto con el aire, seguirán en paradero desconocido, como la primera piedra del Capitolio norteamericano.

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