Pavel, ven a la feria

Un señor que durante una papa es capaz de coronar en mocasines un pico de los Alpes es un superdotado, un fuera de serie

Manuel Contreras

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Solo se conoce su nombre de pila, Pavel. Una pena, porque su gesta honrará durante décadas los apellidos de su estirpe. Pavel es un turista estonio que, según cuentan las crónicas periodísticas, disfrutaba de unos días de descanso en la hermosa localidad alpina de Cervinia, en el valle de Aosta. Vaya usted a saber si animado por la belleza natural del entorno, por alguna gesta deportiva en sus pistas de esquí o acaso por la cercanía de la musa independentista Anna Gabriel, autoexiliada en la vecina Suiza, el caso es que el bueno de Pavel optó por concederse una discreta celebración en los bares de la pequeña localidad montañosa. Pero la tarde de asueto se fue dilatando, y cuando Pavel quiso volver a su hotel no se encontraba en su momento de mayor discernimiento. Tanto que en el intento por volver a casa se encaminó erróneamente hacia las pistas de esquí y fue escalando, pese a estar ataviado con ropa y calzado de calle, hasta llegar a un refugio para alpinistas ubicado a 2.400 metros de altitud. Una vez allí, tuvo la destreza de abrir la puerta con la llave de su habitación y derrumbarse sobre un sofá, probablemente convencido de que se trataba de su cama. Allí le encontró a la mañana siguiente, durmiendo la mona, el equipo de salvamento que le buscaba.

El Ayuntamiento de Sevilla debería invitar sin demora a Pavel a la Feria de Sevilla. Si traen prestigiosos ingenieros a congresos aeronáuticos o escritores consagrados a la Feria del Libro, no sé a que esperan para llevar a Pavel al real. Un señor capaz de coronar durante una papa un pico de los Alpes en mocasines es un verdadero fuera de serie, una referencia, un superdotado. Recuerdo que una vez salí del real buscando el Metro y, dado que tenía el sentido de la orientación algo mermado, tome la dirección opuesta; no llevaría ni llevaría media hora andando cuando me ofusqué, maldije a la Consejería de Obras Públicas por haber desplazado la estación de metro en plena Feria y acabé parando un taxi. Me rendí rápidamente ante la adversidad. En cambio, Pavel es una ejemplo de perseverancia y fe. Me lo imagino en la gélida noche alpina dando camballadas sobre la nieve y confiando plenamente en su instinto para llegar al hotel, como esos perros a los que sus dueños abandonan en los pinares de Aznalcázar y a los tres días reaparecen en el piso de Eduardo Dato.

A Pavel le traería al pairo las colas en la parada de taxis o la masificación de los autobuses. Seguro que su estómago soporta sin inmutarse el cubata de garrafón y las frituras en aceite renegrido. Pavel tiene que estar hecho de otra pasta, capaz de empalmar caseta tras caseta sin pedir un triste caldito con sabor a claudicación. Pavel ha nacido en Estonia por equivocación, porque es carne de Feria de abril. Hay que traerlo y hacerle un pasillo de aplausos a la salida del real cuando, bien despachado de convidás, ignore el camino de vuelta al hotel y enfile el de la Sierra Norte con el vaivén cadencioso de quien se sabe invencible.

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