La nave va

De seguir así, Espadasrenueva alcaldía sin bajarsedel coche oficial

Felix Machuca

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Ayer miércoles, el alcalde Juan Espadas , hizo tres años que sacó el carné de piloto del yate consistorial, sin que una sola marejadilla le haya salpicado su elegante terno de socialista sin estridencias. Tres años pilotando un velero plateresco libre de tempestades imposibles y de motines a bordo, donde la marinería que necesitaba para gobernar unas elecciones que ganó el PP, fue completada por los apoyos de Podemos e IU. Recuerdo que cuando se presentó en sociedad con sus nuevos socios de gobierno, las manos de muchos se escandalizaron, llevándoselas a la cabeza ante lo que anunciaban sería un gobierno secuestrado por las habituales imposturas de la izquierda asamblearia. La bola de cristal era de plástico. Y reflejó la imagen irreal y distorsionada del miedo o de la intoxicación política. Porque si algo han tenido estos tres años de mandato de Espadas ha sido una aplastante normalidad, a veces, muchas veces, cercana al aburrimiento. Para encontrarse una mar tan plana en su travesía apenas si ha tenido que moverse un poco de su zona de confort ideológica y sociológica. Porque, en realidad, sus socios se han contentado con una piruleta, muy roja, pero piruleta al fin; y enfrente, la oposición hace lo que sabe y puede.

Así que de jaleos, los mínimos y en aquella madrugá. Por culpa del efecto dominó y de una copa atragantada en una bodeguita de Arfe, dicen. Amable, respetuoso, dialogante y con menos aristas que un juego de muñecas matrioskas, Espadas ha completado el tercer año de su mandato con un rodaje casi perfecto, un desgaste imperceptible y una vitola de ganador como en ninguna película pudo exhibir jamás Steven Seagal. En Sevilla puedes ganar unas elecciones haciendo poco o nada importante, de jerarquía. Tan solo con un reproche bien gestionado en las redes apelando a la movilización emocional puedes sumar muchas simpatías. Aunque sea por despecho. Eso funciona divinamente aquí. Casi tan bien como una corbata gorda en las procesiones. También en otros sitios. Pero aquí funciona fijo. Y pese a los que pronosticaron una alcaldía repleta de movimientos sísmicos, equilibrios circenses y pago del impuesto revolucionario en las ventanillas más coloradas, la realidad se ha empeñado en dibujarnos tres años de una normalidad de matrimonio antiguo. La pregunta es: ¿Juan Espadas no tiene un mal borrón en su expediente o es que sus borrones se miran con muchísima condescendencia? Les puedo asegurar que en su cabotaje hay, al menos, tres grandes lamparones que no pasarían un examen de conducir. Pero ¿a quién le importa cómo conduzca el alcalde si va en coche oficial?

Debería importarles a los ciudadanos que le piden un metro antes que una consulta virtual para ganarle un día más a la feria. Debería importarle que, con gobierno amigo o con todo lo contrario en Madrid, aquí no se inaugura un boquete para empezar un nuevo túnel para la segunda línea de Metro ni por equivocación. Quizás ese sea uno de sus lamparones más groseros en su expediente de mando. Ese y la pésima gestión de un Alcázar que ya es habitual en los papeles por el pirateo de sus entradas y su casi nula inversión en restauración y en personal. El monumento civil que más dinero le reporta al Ayuntamiento y el peor tratado bajo su mandato. Tampoco es manca la dura, fea y grotesca reordenación del paseo Colón, a orillas del río, con problemas para recepcionar una obra tan horrorosa que podría aspirar al concurso internacional de barbaridades urbanas. Echen ese paseo a pelear con la plaza de Tiananmen y la golea. ¿Y el taxi ? ¿Es o no es un problema sonrojante la mafia del taxi, con episodios de matonismo en el aeropuerto y la evidente incapacidad de este y anteriores gobiernos municipales por solucionar esa eterna página de Mario Puzzo donde todo debe parecer un accidente? Claro que Juan Espadas tiene manchas en su bonito y elegante traje de piloto. Pero así y todo la nave va. Y sin un astronauta en el equipo. Apoyado en dos piruletas rojas y, cuando ha hecho falta, respaldado por naranjitos y gaviotas para sacar los presupuestos. El alcalde mira el horizonte sin que se aprecien nubarrones amenazantes. Y si es capaz de arrancarle a la Montero la partida para el comienzo del hoyo del metro, ni jueguen el partido. Lo tiene ganado sin bajarse del coche oficial .

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