LA ALBERCA

Gitanos y bodegas

El límite del humor está en la calidad del humorista, no en el tema. Y Bodegas es pésimo

Alberto García Reyes

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Eso de que en el humor cabe todo es muy relativo. Yo estoy de acuerdo con que en el humor puede caber de todo -introduzco a conciencia la preposición de cualidad-, como en cualquier otra expresión creativa, pero siempre que se den unos mínimos de dignidad. Lo burdo, lo grosero y lo zafio sólo tienen gracia para quienes son burdos, groseros o zafios. Que es exactamente el caso del polémico monólogo del tal Rober Bodegas sobre los gitanos. La sarta de bazofias que ese supuesto gracioso soltó por su boca sobre los calés está fuera de los límites del espectáculo por dos razones: porque tiene espíritu peyorativo y porque, además, los presuntos chascarrillos son malísimos. Yo creo que se pueden hacer chistes sobre gitanos, moros, negros, blancos, chinos, cristianos, musulmanes, enanos, tontos o lisiados. Y me soliviantan las asociaciones que emiten comunicados contra los humoristas que tocan a algún colectivo teóricamente débil. No saber reírte de ti mismo es el mayor síntoma de cualquier acomplejado. Pero en este caso hablamos de otra cosa que es mucho más preocupante: de desprecio, de superioridad, de odio en definitiva.

Los gitanos tienen una cultura del humor con la que el tal Bodegas no puede ni soñar. Son un pueblo que está permanentemente dispuesto a reírse y que tiene una capacidad mayúscula para la anécdota. Los propios gitanos cuentan chistes de gitanos porque, afortunadamente, han conseguido conservar muchas costumbres sobre las que se puede hacer literatura. Es verdad que algunos todavía mantienen también ritos que actualmente son indefendibles, pero se trata de una minoría. Por eso a los zíncali, ese pueblo del que escribieron románticos como Borrow o Dumas, les duele, y con razón, que se les subestime de una forma tan vulgar. A este monologuista graciosete tal vez le habría venido bien conocer la gran historia de la gitanería antes de meterse en ese fregado porque así habría podido saber que en España también hay cientos de romaníes de clase alta. Pero tampoco es menester perder el tiempo con chistosos de brocha gorda porque el nudo gordiano de este debate no está en justificar el gitanismo, que no es necesario, sino en reflexionar sobre las fronteras de la gracia.

Creo que se entiende mejor si nos lo llevamos a otro terreno. ¿Se pueden hacer chistes sobre Carrero Blanco? Por supuesto. ¿Se pueden hacer chistes sobre el atentado de ETA contra Carrero Blanco? Cuidado. Ahí es donde está la línea que separa el humor del escarnio. Es una mera cuestión de gusto, de educación o de civismo. Y, por supuesto, también es un tema cualitativo. Cuando el rapero Valtonyc canta «matando a Carrero ETA estuvo genial, a la mierda la palabra, viva el amonal» no sólo está diciendo una barbaridad que de ninguna manera puede caber en la libertad de expresión, sino que está escribiendo técnicamente una porquería. A lo que voy: el humor no puede ser nunca una coartada del racismo o de cualquier otra vileza. Por eso para practicarlo hay que tener conocimieto y talento. Y por eso Bodegas da tanta grima: por la miseria de su mensaje, no por el destinatario.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación