OPINIÓN

La socialité y sus comparaciones

Así que a la hora de la verdad no me extraña que haya tanto cartel de se necesita camarero, porque no es uno de los trabajos con más fama y glamour

Patricia Gallardo

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De todos los hijos de Isabel Preysler, sin duda mi favorita siempre ha sido Tamara Falcó, actual marquesa de Griñón, no sabría decir por qué exactamente, ese toque naif mezclado con una personalidad exótica, que tal vez da esa imagen de niña buena o tonta, pero que no lo es, me refiero a lo de tonta, porque buena no tiene por qué no serlo. Cuya fama sufre altibajos según le dé a la gente por ella, sobre todo cuando ha hecho alarde de sus creencias religiosas, como que si ser creyente y joven, y pertenecer al mundillo de «La vie belle» no pegase. Cuando ha colaborado en programas y tertulias me he reído mucho con ella, a buenas por supuesto, de su modo de ver y enfrentarse a la vida y a sus vicisitudes, como por ejemplo los eventos previos a su matrimonio, el ahora me caso, ahora no me caso, etc. Por eso me llamó la atención el comentario que hizo en el programa de tv El novato presentado por ex futbolista del Betis Joaquín, (está claro que no lo hizo a mala conciencia, ni mucho menos), comparando su trabajo como el de un camarero. Dijo algo parecido a: «Si tú fueras camarero, pues trabajarías las horas que te corresponde y después llegarías a tu casa y nadie te pediría otra de calamares, ¿sabes? Entonces, ¿tú por qué tienes que hacer caso cuando no te toca a la persona que está ahí en la calle?». Lo primero que pensé al escuchar la frase fue preguntarme irónicamente, «¿las horas que te corresponden?». Y partir de ahí empecé a discurrir que era muy raro que en la hostelería se trabajasen «las horas que corresponden», bien porque hay mucho empresario caradura, del tipo que suele denunciar la cuenta de Twitter «Soy camarero», que echan a perder al gremio. O bien porque a pesar de que, afortunadamente, ya hay también mucho empresario que cuida a su personal con sus horarios y pagas, y son los clientes con su falta de empatía los que no les dejan salir a «la hora que les corresponde» con sus caprichos; exigiendo que se les atienda a diez minutos antes del cierre, por ejemplo, porque este tipo de clientes todavía tienen en mente que ser camarero es sinónimo de ser esclavo. Y la verdad, no sé cuál de las dos opciones es peor.

Se está diciendo por ahí que las empresas no quieren contratar a jóvenes porque no tienen ética laboral, en parte tienen razón, el concepto de sacrificio y trabajo duro de mi generación, por ejemplo, no es el mismo de alguien nacido en los 2000 que vienen con todo prácticamente dado y hecho; para los que trabajar ocho horas en un Starbucks es demasiado, (según dice un chaval llorando a moco tendido por un vídeo que rula por ahí). Pero en el caso de los camareros, es que ni siquiera se ha cuidado que el gremio esté bien considerado, porque no nos podemos engañar, el prestigio de la hostelería se lo lleva el chef, el sumiller y los jefes de sala.

Así que a la hora de la verdad no me extraña que haya tanto cartel de se necesita camarero, porque no es uno de los trabajos con más fama y glamour. Por eso cuando una socialité se compara con ellos, pues me chirría mucho, sobre todo porque ellos no forman parte de la sociedad mediática, y en cambio Tamara Falcó sí, es decir, ser seguida por la prensa y los paparazzi va «con el cargo», aparte de como ya le señaló Ágatha Ruiz de la Prada que ella ganaba mucho más, que sí, que vale, que no todo es por el dinero y que tiene derecho a sentirse agobiada de vez cuando con tanta atención pública, pero es que ella sí vive de ello, entre otros negocios.

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