Opinión
La suerte, dos caminos
Algo tiene esta provincia, algo tienen sus ciudades y su capital, que cada vez más personas hablan en el día a día y en conversaciones cotidianas sobre ella
Una foto de perfil con el Puente de la Pepa, por casualidad, en un contacto de teléfono que acabas de recibir. Una conversación en el trabajo o con un recién conocido hablando de sus vacaciones pasadas en un lugar amigo. La ciudad de nacimiento de alguno de sus familiares. Una luz que a quien nos visitó le dejó sorprendido. Un sabor y un momento que nunca olvidarán.
A menudo, los que hemos nacido en Cádiz o en la provincia solemos tener este tipo de conversaciones con otras personas que, aun no habiendo nacido en esta zona del país, tienen vínculos familiares con ella o, simplemente, han quedado rendidos ante todo lo que esta tierra ofrece.
Y es que, no hay duda de que España es un país maravilloso en su práctica totalidad. Sin embargo, algo tiene esta provincia, algo tienen sus ciudades y su capital, que cada vez más personas hablan en el día a día y en conversaciones cotidianas sobre ella. Nuestra historia, riqueza patrimonial y natural, el mar, la gastronomía o el clima atemperado por la particular brisa, son alabanzas habituales que recibimos los gaditanos por parte de otras personas que, sin ser naturales de aquí, tienen en su corazón un lugar especial guardado para Cádiz.
Dentro del crecimiento exponencial en visitantes que sufren habitualmente las zonas de costa, Cádiz es uno de esos lugares que se encuentra a la cabeza. Estamos de moda, y así lo llevan demostrando casi un lustro localidades como El Puerto de Santa María. Una ciudad, como otras de la provincia, donde en verano se concentran muchas personas conocidas en el ámbito empresarial, social, político y cultural venidas de diferentes lugares de España y del mundo.
Y no es que un sitio sea mejor porque ese tipo de perfiles vayan allí, ni mucho menos; pero su presencia es indicativa de que, teniendo un abanico de posibilidades enormes y a su alcance, prefieren nuestra zona por algo en concreto. Es decir, porque tenemos algo diferente que ofrecer y que merece la pena.
Ante este hecho, el de ser cada vez un lugar más popular, con mayor reconocimiento nacional e internacional, y ser conscientes de la suerte que tenemos por poder disfrutar de esto como 'nativos' y no como 'foráneos', tenemos dos caminos.
El primero, creernos el centro del universo, mirarnos el ombligo y morir de éxito. El segundo, ser conscientes de que ese gran regalo que tenemos conlleva una gran responsabilidad: social, de compromiso con nuestro patrimonio natural o de proyección de nuestra historia.
Evidentemente, es el segundo camino el que debemos tomar. Procurando potenciar nuestra faceta de tierra abierta, acogedora y que encara los dramas de la vida con una sonrisa, pero también desarrollando nuestra parte más emprendedora e innovadora. Esa que nos ha hecho tener periodos de esplendor como todo aquello que rodeó a los años previos a las Cortes de Cádiz. Esa mentalidad más 'fenicia' que, a veces, ha aflorado y que desde Tiro y Sidón hace más de 3000 años nos dio vida.
Y ese es el reto, también, de la política en esta zona: poner las bases necesarias para que la 'eclosión' de este rincón del sur sea posible. Aprovechar que ahora muchos más conocen lo que podemos ofrecer y nuestra calidad de vida, para atraer más inversión y negocios. Mejorar la formación para generar esa mentalidad.
Porque con más facilidades para los autónomos y para la inversión, habrá más empleo, y más recursos para redistribuir inteligentemente. Somos unos afortunados por haber nacido aquí, no hay duda, pero no debemos conformarnos con eso y tomar, definitivamente, el camino adecuado. Ahora mismo hay tres motores que impulsan en esa dirección. Esperemos que más pronto que tarde, un cuarto motor, el central, también lo haga.
