Opinión

Una entretela muy particular

Es lo que muchos conocen como 'Cádiz de las entretelas'; un Cádiz íntimo que sólo en el contacto frecuente con la ciudad se alcanza a conocer en profundidad

Miguel Ángel Sastre

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El final de agosto e inicio de septiembre se lleva los recuerdos de multitud de personas que estos días han visitado Cádiz. Regresan con ellos vivencias de una ciudad que, generalmente, les ha cautivado.

Sin embargo, bajo ese primer estrato de vivencias gaditanas al que acceden sus visitantes hay, como si fuesen capas de distintas civilizaciones que se han ido superponiendo, otros estratos de recuerdos y maneras de ser de este pintoresco rincón al sur del sur que no son tan inmediatos de descubrir.

Es lo que muchos conocen como 'Cádiz de las entretelas'; un Cádiz íntimo que sólo en el contacto frecuente con la ciudad se alcanza a conocer en profundidad. Un Cádiz del que ya se habló aquí, en una columna, con anterioridad. Un Cádiz, que para los mayores y para los jóvenes tenía puntos de divergencia pero también otros de convergencia según las costumbres de cada época. Pero, por encima de todo, un Cádiz puro y genuino.

Y en esa ciudad no visible a primera vista, existe una capa concreta, un estrato, una 'entretela' a veces no tan señalada ni comentada como un rincón concreto de La Caleta, una azotea desde donde se divisa la 'Bella Escondida' o como una visita a las cubiertas de la Catedral. Esa capa es la manera de ser de su gente: de comportarse y relacionarse sin, prácticamente, distinciones por clase, ideología, gustos o nivel intelectual.

Porque de los gaditanos se suele resaltar nuestro carácter simpático y animado. Se suele caer en el 'topicazo' del chiste y el chascarrillo, pero pocos hablan de la cotidianidad del día a día.

Cádiz y su gente, por lo general, es permeable como las calles que dejan que el levante y el poniente se cuelen por ellas. Como una casapuerta que te invita a pasar. Todo tipo de personas suelen juntarse y convivir en 'condensadores sociales' como algunas playas, las cofradías, el Carranza o el Falla. En esta ciudad, la izquierda más izquierda y la derecha más derecha, pueden tener puntos comunes en aspectos concretos que afectan, incluso, a la religiosidad. Y, aunque ningún lugar esté libre de sectarismo, eso hace que, aún con esas diferencias, sea más fácil el aprecio personal.

En esa capa de Cádiz, no solo está esa peculiar forma de 'cohesión social' que, sin duda, el soterramiento de la vía del tren y nuestro reducido tamaño con el océano alrededor, alimentan. Una cohesión social que, por lo general, hace que no haya zonas de altos índices de delincuencia ni conflictividad. En esa 'entretela' está también la manera tan característica que tenemos de incorporar al día a día de la ciudad a personas que, en otras sociedades o lugares, estarían apartadas y marginadas: personas sin hogar, con algún tipo de discapacidad física o intelectual y personajes de apariencia peculiar han conseguido, desde hace tiempo, ser parte de la vida rutinaria de la ciudad y ganarse un hueco en ella. Personas diferentes a las que se las llama por su nombre o apelativo cariñoso y a las que se trata sin desprecio. Algo parecido a la antítesis de lo que contaba la película 'Joker'. Que cuando se van no dejan indiferentes. Porque, a pesar de la cruz que puedan llevar y de su drama personal, dan o daban un punto de luz singular a la ciudad. El caso de la reciente marcha de 'Paquito del Mentidero' es el más cercano que tenemos.

Sin entrar en el debate sobre quién debe ser homenajeado en un determinado lugar en forma de calle con nombre dedicado o similar y sin ser perfectos en nada, la ciudad en ese sentido y en otros muchos, da un testimonio real de cómo aprender a convivir con la verdadera diferencia, en un mundo que tiende al descarte y que olvida lo particular de la dignidad de cada persona.

Esta 'entretela' de Cádiz, nos hace especiales y, quizás, también, algo mejores. Y debería no perderse nunca, a pesar de la necesaria transformación urbana, social y económica que necesitamos y que, seguro que, en estos cuatro años, empezaremos a comenzar.

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