Adolfo Vigo del Pino - ARTÍCULO

Un año y seguimos

Un año ya desde que las urnas, y los posteriores pactos entre formaciones políticas, dieran un vuelco en el panorama político de nuestra ciudad.

Adolfo Vigo del Pino
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Un año ya desde que las urnas, y los posteriores pactos entre formaciones políticas, dieran un vuelco en el panorama político de nuestra ciudad. Un año en el que, para algunos la ciudad ha ganado en democracia ¿real?, mientras que para otros, es un año en el que la ciudad está sufriendo la desaceleración de la inercia en la que después de veinte años estábamos ya funcionando.

Un año desde que se cantará aquel pasodoble de «si yo fuera el alcalde de Cádiz» por aquel que ya era el alcalde de Cádiz. Un año en el que poco o nada ha cambiado el panorama de nuestra ciudad.

Los jóvenes siguen estando en la misma situación laboral. Sin salida y sin recursos para poder ejercer una profesión que les haga realizarse en la vida.

Un año en el que esas buenas palabras sobre los desahucios se han quedado en el cajón de los sueños rotos, continuándose con las expulsiones de inquilinos de sus casas, y teniendo que ser alojados por parte del propio Ayuntamiento de Cádiz, como ya hace más de un año se hacía, no nos engañemos. Un año en el que algunos gobiernan para sus minorías, sin tener en cuenta a todos los ciudadanos de Cádiz. Un año de banderas, de charangas y panderetas, de alcaldías para el cambio pero aquí seguimos, sin cambiar. Un año en el que se imponen más las ideologías políticas que el bienestar de la ciudadanía general. Un año de «donde dije digo, digo Diego». Un año ya….

Y mientras tanto, aquí seguimos. Los ciudadanos de a pie, con independencia del signo político, somos los que sufrimos los vaivenes de la política. Si lo que se haga desde Madrid o desde Sevilla nos afecta, cómo no nos va a afectar las decisiones que se tomen en el Pleno de nuestro Ayuntamiento. Un año en el que no se ha llegado a un acuerdo para los presupuestos de la ciudad. Donde se siguen escuchando lamentos y gritos en las sesiones de los viernes, sin que desde el equipo de Gobierno se les de más explicaciones que las que ya hace más de un año se les daba. Explicaciones que antes para algunos no eran validas y escondían tras de sí los intereses de un derecha rancia, y que hoy son las tablas de salvación de esos nuevos líderes que venían a revolucionar la forma de hacer la política. Un año para ver que la política social que se nos prometía como la panacea para nuestra ciudad, como la píldora dorada que arreglaría todos los problemas que nos afectaban se ha disuelto en el vaso de agua en el que algunos se ahoga cada día como si de una pastilla efervescente se tratara.

Un año para acostumbrarnos a la nueva forma de hacer política, un año para ponernos del lado del que incumple las leyes y dejar en fuera de juego al que vigila su cumplimiento. Un año para enterarnos que Otegi nunca mato a nadie. Un año, pero qué año.

Y aquí seguimos, un año más viejos de lo que éramos cuando el Ayuntamiento se volvió morado. Un año más de decepciones, fracasos, de echarle la culpa al del sillón de enfrente, pero sin que se vea más horizonte que el de un segundo puente inaugurado en este año.

Eso sí, un año menos inocentes de lo que éramos cuando se nos prometía que el cambio era posible.

Y todo esto nos ha pasado en un año…

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