El Apunte

Y Kichi se hizo conservador

La campaña que acaba se caracteriza, en Cádiz, por el discurso reservón de un alcalde que se ve con gran ventaja y debe aparcar su discurso apocalíptico

Las palabras del alcalde de Cádiz durante la presente campaña le han convertido en el mayor referente de la oposición a la dirección de esa amalgama nacional que es Podemos. Le ha enfrentado ya sin disimulos, con distante frialdad, al líder estatal, Pablo ... Iglesias, que no ha querido ni acercarse a una ciudad que ha pasado de ser «del cambio» a, directamente, hostil para él. González Santos no se ha significado por nada más en estas dos semanas presuntamente decisivas. Se ha limitado a ensalzar una presunta transformación de Cádiz que nadie ve, a azuzar el miedo a la llegada de una ultraderecha que en la ciudad parece tener fuerza mínima y a pedir una participación masiva. Considera que el posible triunfalismo de su electorado puede hacerle una mala jugada, al estilo de lo que sucedió con el PSOE en las últimas autonómicas pero a pequeña escala. Por lo tanto, ha jugado a conservar, a la contra. Que si Cádiz y la alegría, que si Carnaval y Semana Santa por todas partes, que si gaditanos y gaditanas, que si un bono eléctrico –que la administración le ha echado atrás–... Mucho artificio, mucho ripio y nada que mostrar como logro ni plan. Ni un proyecto ejecutado o en marcha más allá de un carril bici que, recordemos, es obra de la Junta de Andalucía. Ya no queda nada de aquella rebeldía dinamitera de activista con megáfono. Ya no hay nada de arrasar con el régimen del 78. Ya no parecen todos los demás partidos, medios y empresarios tan despreciables y corruptos. Ya parece que ha desaparecido esa sombra negra que hacía que la pobreza se comiera Cádiz, con los niños famélicos pidiendo para comer por las calles.

Aquel discurso repetido en decenas de ocasiones por José María González (ahora ya no es falta de respeto llamarle ‘Kichi’) y sus compañeros de partido antes de 2015 ha desaparecido para dar paso a un triunfalismo vanidoso y temeroso de base líquida, arenosa como mínimo. Ya no hablan de mochilas de partidos corruptos manchados de sangre, ni de posturas insobornables de activistas bienintencionados. Los asesores, bien pagados, han templado ánimos para logar el primer objetivo, casi el único, en política: permanecer, ganar, seguir. Ahora quieren ser ministros, alcaldes, concejales, parlamentarios. El tiempo, todo lo sosiega, hasta el embuste interesado, la manipulación emocional o las utopías más lunáticas.

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