Francisco Apaolaza

Los Trump

Donald Trump, que lleva el imperio de Occidente prendido en el tupé, ha contratado como portavoz de la Casa Blanca a Sean Spicer

Francisco Apaolaza
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Donald Trump, que lleva el imperio de Occidente prendido en el tupé, ha contratado como portavoz de la Casa Blanca a Sean Spicer. Es este un tipo que en su intento de denostar el ataque con gas Sarin en Idlib y la figura de Al Assad como presunto culpable, ha dicho que ni siquiera Hitler usó armas químicas contra su pueblo. Este genio de la comunicación es el encargado de transmitir lo que dice la institución gubernamental más poderosa del mundo, lo que da medida de hasta dónde puede llegar usted, querido lector. Cuando en rueda de prensa –porque esto se dijo en rueda de prensa y no en Twitter a las tres de la mañana con cuatro gintonics sin cenar- una periodista le pidió que aclarara la hitleriana comparación, explicó que ni siquiera el dictador alemán «usó el gas en su propia gente de la misma forma que Assad lo está haciendo».

En su elipsis obvia los 312.000 judíos que gaseó Hitler no con gas Sarin, si no con Zyclon B, que en realidad era un pesticida a base de cianuro. Hitler no hizo otra cosa en su vida que ver ‘Blancanieves’, jugar con sus pastores alemanes y gasear gente. Con Spicer, Hollywood se perdió un gran actor para el papel de tonto de la película.

En ‘Il Sindrome di Nerone’, Errico Buonanno investigó sobre las aficiones más luminosas que habían desarrollado los dictadores y explicó que detrás de cada mandatario hay un artista fracasado, dicho esto al margen de los 1.200 abdominales diarios que se hacía Aznar o de los fuegos artificiales que prenden en las braguetas de los presidentes de Francia. No se cree que Trump sea un genio de los recursos humanos. Tendrá otras virtudes, además de la cantidad de pelo; la cuestión es saber cuáles. Para no poner a nadie en el compromiso de contratar a su hija Ivanka, la ha colocado en la Casa Blanca, donde ejerce de primera dama suplente a falta de la titular. En ocasiones, atempera sus ocurrencias y cuentan que los sábados ella respeta el descanso judío de su marido y por eso el presidente se engorila en Twitter ese día de la semana. Se dice también que él la colma de caprichos y, según su hermano Eric Trump, el último ha sido la intervención de Estados Unidos en Siria, que ella pidió después de ver las imágenes de Idlib en la televisión, rememorando aquella escena del “¡Papa, llama!” que pasó a la historia de la telebasura española. Ivanka, que tiene los pómulos de hielo azul, acompaña a Trump a todas partes. Ahora la imagino en el Despacho Oval durante la visita de algún insignificante mandatario del G-20, los pies encima de la mesa, un bol de cereales de chocolate en una mano, el teléfono en la otra, pidiendo al presidente con la voz felina con la que las niñas bien de Madrid piden a sus padres pases VIP para las discotecas: «Papi, ¿porqué no mandas un ramillete de Tomahawk a Siria?».

Yo a veces imagino a los Trump viviendo en la tercera secuela de Porkis, que está por filmar, y ahí lanzo la idea, o en un ‘remake’ de ‘La fiesta del Chivo’. Tal vez haya gente que haya llegado al mundo para que escribamos de ella, como Trujillo nació para que Vargas Llosa escribiera de él. Ojalá la Casa Blanca no termine siendo la Casa de Caoba. Hay analistas que no tienen tan claro que no vaya a pasar nunca.

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