Nico Montero

No todo está perdido

Carta a mi hija en el día de su cumpleaños

Nico Montero

Hoy es 30 de octubre, y aunque para los lectores de mi columna solo signifique que se acaba este pandémico mes, y que es día oficial de cobro para los afortunados con una nómina en los tiempos que corren, sin embargo, para quien les escribe, es un día muy especial. Hoy es el cumpleaños de mi hija. Estrena un nuevo año en tiempos de incertidumbre, con un pasado más despejado que lo que está por venir. Querría regalarle tantas cosas que no sabría por dónde empezar. Ninguna de ellas se compra con dinero y tampoco se adquieren con facilidad. Permítanme hoy que me tome la licencia de escribirle desde este rincón.

Querida hija, me gustaría desearte grandes dosis de interioridad, para que no te dejes llevar por las modas y los modos de los tiempos, que imponen rutinas y estereotipos, hasta el punto de enredarte en estándares vitales que te alejen de ser tu misma y te conviertan en una más y en menos, a la vez. Ojalá quieras ser y vivir como nace de tu voluntad más honda y genuina , ello será síntoma de que has cultivado un proyecto de vida, tu original cuaderno de bitácora.

Quisiera invitarte a soplar las velas del desánimo, apagando su fuego estéril y acrecentando la fuerza de superación, para que los avatares de hoy y mañana no te dobleguen, y sepas remar mar adentro, aunque toque hacerlo a contracorriente. Quiero regalarte la tarta de la solidaridad, esa que al degustarla, te hace ver con otros ojos y te revela que nada ni nadie es ajeno para ti. Querida mía, ojalá nunca caigas en el hartazgo al ver cómo los hilos los manejan gobernantes necios y deshonestos , y en vez de despreocuparte, asumas la responsabilidad de cambiar las cosas con tus palabras y tus hechos.

Te deseo mucho amor, amor en mayúsculas, del que vertebra y hace feliz, en un viaje compartido en tren de larga distancia. Que sepan quererte y que sepas querer. Quiero ser para ti lo que yo no tuve, un padre que te acompañe, sin más pretensión que trazar juntos caminos, a veces paralelos, y a veces secantes, que se mezclan y se cruzan para recorrer tramos de la mano, y otros desde la invisible presencia del cariño. Me hubiera gustado entregarte un mundo distinto, donde no tuvieras que hacer un esfuerzo mayor por ser mujer, y no se te juzgara por tu apariencia sino que se pusiera en valor tu capacidad. Me hubiera encantado ofrecerte un mundo libre de fanatismos, de unos y de otros, de falta de tolerancia y respeto a lo diverso. Ojalá vivieras en un lugar sin mascarillas, y no te hablo de las quirúrgicas ni de las otras asfixiantes y variopintas, ojalá vivieras sin soportar las máscaras de quienes se esconden para intentar ser lo que no son, en un carnaval de vanidad e hipocresía.

A pesar de los aguaceros, constato que el tiempo solo puede ir a mejor, y atisbo, con esperanza, rayos de luz en el atardecer de la Caleta. No está todo perdido porque tú cumples años, con sus días, sus horas, sus minutos y segundos , porque este segundo merece la pena, este preciso instante a tu lado, este segundo que se desvanece y nos recuerda que el «ahora» es el todo y se hace fuerte la imperiosa tarea de saborear la vida con todo lo que nos da, lo dulce y lo amargo, mezclado, como el sol abrazando el mar en el ocaso del horizonte. No todo está perdido, porque tú y tantos de tu generación estáis dispuestos a ser la mejor versión de vosotros mismos en tiempos de incertidumbre y precariedad.

En medio de tanta confrontación y descrédito, creo en ti y eso me mantiene a salvo de toda desesperanza. Feliz cumpleaños, Miriam.

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