La Voz - El Apunte

Mire a la bandera

El Ayuntamiento confirma su capacidad para la distracción con otro gesto exagerado

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El nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento de Cádiz tiene una virtud sobre todas las demás: su capacidad para la distracción es infinita. En apenas un año, ha sido capaz de convertir en centro de la polémica, casi en noticia, corbatas, ninfas, cuadros, procesiones y hasta banderas. Cualquier objeto simbólico es susceptible de ser elevado a categoría, a frontera entre unos ciudadanos y otros, a favor o en contra. Esas frivolidades tienen la capacidad añadida de tapar una realidad, la falta de gestión. Mientras los ciudadanos se desayunan cada día con una nueva disputa sobre la conveniencia de acudir o no acudir, de quitar o poner, no se habla de nada más. Ni se menciona que no existe el menor avance en cualquiera de las tareas pendientes que pueda tener este Ayuntamiento en sanidad, educación, empleo, industria, limpieza, transportes o seguridad.

Bien es cierto que en muchas de estas áreas, los ayuntamientos tienen un margen de maniobra minúsculo. Los alcaldes y concejales lo saben. Lo niegan en campaña electoral al ofrecer promesas sobre empleo, desahucios y auxilio social que, sencillamente, no están en su mano. Luego, cuando llega el momento de hacer balances, ponerse notas o buscar excusas, admiten esas limitaciones. En los últimos días, tanto el alcalde de Cádiz, José María González, como la portavoz de Podemos en la ciudad, Laura Mingorance, han admitido que un ayuntamiento puede hacer muy poco en según qué terrenos, es decir, en los más importantes. Lo dicen ahora, un año después de crear la expectativa de que su llegada a las instituciones mejoraría la vida de muchos ciudadanos, de los que peor lo pasan y más les necesitan. A la hora de la verdad, nada de nada. Esa confesión coincide con el hecho de que estos mismos concejales y representantes dedican una asombrosa cantidad de tiempo y palabras a ritos, banderas, procesiones y fiesta de playa. Gestos, anécdotas, símbolos, naderías. Ni un número, ni un proyecto tangible y visible.

Por más que los homosexuales, las lesbianas y los transexuales merezcan todo el apoyo, es innegable que el mayor respaldo está en garantizar sus derechos a diario, en impedir discriminaciones en la vida cotidiana, sin pausa. Pero eso es más difícil, mejor llamar la atención con una bandera muy grande, que sustituye a otra, que sustituyó a la anterior y a la que le precedió. Muy práctico.

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