Miguel Ángel Sastre

La calle, la ciudad y la política

Entre los políticos, aún más si su actividad se circunscribe al ámbito municipal, conocer las calles de su localidad e impregnarse de lo que pasa en ellas debería tener el rango de actividad esencial

Pasear por las calles de una ciudad con carisma despierta nuestra mente . No importa si resides en ella o si ya la conoces. No importa si es Madrid, Sevilla, París, Roma o Cádiz.

Puede que sea deformación profesional , pero observar cada detalle de una ciudad que tiene alma suele ser sinónimo de inspiración: para un proyecto, para una idea, para un artículo.

Entre los políticos, aún más si su actividad se circunscribe al ámbito municipal, conocer las calles de su localidad e impregnarse de lo que pasa en ellas debería tener el rango de actividad esencial. No solo para hacerse notar entre sus vecinos, sino para conocer mejor qué pasa y debería pasar en su ciudad: qué necesita cada esquina, qué proyecto se puede soñar en una plaza o en un solar. Dicen que así nacieron las ideas que dieron lugar a proyectos que han transformado ciudades enteras.

Pero, además, la calle es un medidor infalible de la gestión que un equipo de gobierno está haciendo . Hace, aproximadamente, cinco años, cuando el tablero político de nuestro país fue zarandeado con la irrupción de nuevas fuerzas, muchos analistas asociaron su auge a que los partidos tradicionales habían perdido el contacto con la realidad.

Más allá de la veracidad de esa afirmación, un lustro después, los que venían a llevar el sentir de la calle a las instituciones, son los que han ido, poco a poco, apartándose de la realidad y evitando el contacto directo con los potenciales votantes. Unos lo han hecho comprándose casas de lujo en Galapagar, otros haciendo lo contrario que muchos alcaldes de otras localidades que estuvieron día y noche junto a sus vecinos durante los peores momentos de la pandemia.

Y es que, cuando en Cádiz - una ciudad de menos de 150.000 habitantes - pese a la situación que estamos viviendo, cada vez es más difícil cruzarte por la calle con miembros del equipo de gobierno municipal , cuando se evitan los plenos presenciales y siguen haciéndose telemáticos frente a las peticiones de la oposición, algo falla. ¿Cómo va a reactivarse la ciudad si las personas de a pie cada vez tienen más difícil el contacto con quien les gobierna? ¿Dónde quedaron aquellos alardes de cercanía que revolucionarían la política?

Hace unos días, uno de esos alcaldes de los que antes, durante y después de la pandemia han estado trabajando sin descanso para que los efectos de la COVID en su municipio fueran amortiguados, me comentó que, a veces, muchos se empeñan en seguir haciendo política con herramientas del siglo pasado , cuando la sociedad ha cambiado. Sin embargo, hay algo que no pasa de moda: la política 'cara a cara', cercana y de calle. La que, además de permitir comprender cómo funciona el lugar que gobiernas, soluciona los problemas de los ciudadanos de manera directa y eficaz.

Una política sencilla pero, a la vez, exigent e. A la que hay que dedicar infinidad de horas para que llegue a todos y que obliga a escuchar, en ocasiones, críticas que a nadie gustan.

Si los populismos que alcanzaron el poder derrocando a partidos tradicionales lo hicieron abanderando el sentir de 'la calle' , posiblemente sea el perder el contacto con ella lo que acabe sacándolos de los puestos de responsabilidad.

Quienes son la alternativa natural a las políticas basadas en 'cortinas de humo' han de ser conscientes de que deben ocupar el vacío que en la calle están dejando sus adversarios. Si no lo hacen, por la presión existente y siguiendo principios físicos, ese hueco será reemplazado por otros. Por eso, ahora, más que nunca y tan pronto como la situación lo permita, los ciudadanos necesitan política cercana, política de calle . Política que escuche sus necesidades, les busque una solución y no sume más problemas a sus vidas que, por lo general, ya tienen suficientes.

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