EL APUNTE

El mar da una seria advertencia

Un usuario ha estado cerca de morir ahogado una semana después del rechazo del Gobierno municipal a la petición del Pleno de ampliar el servicio de playas

Luce mucho más, entre su público, pedir el desembarco del Open Arms en el puerto de Cádiz como prueba de irrefutable solidaridad. O defender la causa palestina frente al invasor israelí. Incluso criticar el ‘genocidio’ español en Latinoamérica. Pero Kichi no es Monedero, no es un tertuliano televisivo, sino el alcalde de una ciudad que debe gestionar con las miserias propias de una pequeña capital de provincia. Y ha de ser aburrido, árido, manejarse en esa burocracia de pliegos y ordenanzas, contar cada euro para invertir o para ahorrar para ir enjugando la deuda, con un desgaste mucho mayor que salir en las cámaras con el puño en alto o exigiendo a las demás administraciones ambiciosos proyectos que no son de su competencia.

Sin embargo, es su labor. En el último pleno democrático (los gaditanos le entregaron el Gobierno, pero no la mayoría), se decidió ampliar el servicio de playas más allá del 30 de septiembre. Una petición lógica. Cádiz mira siempre al mar y en cuanto el tiempo acompaña hace uso de su principal patrimonio. El verano se alarga más allá de lo que marque el solsticio y es una propuesta legítima pedir mantener a los socorristas y los servicios sanitarios unos días más. Prevención.

La petición sacó el lado más arrogante de los gobernantes municipales. La califican de ‘imposible’ por el gasto que supone para las arcas locales. «Ustedes pueden aprobar en Pleno que el sol salga por el oeste, pero si es imposible, es imposible», sentenciaba el alcalde. Hasta se jactaron de que no cumplirían este acuerdo, como han hecho en otras ocasiones, con un repelente discurso autoritario.

Justo una semana después, un usuario ha estado cerca de morir ahogado en las aguas de Santa María. Salvado por la labor de unos surfistas que son los ángeles de la guarda de ese coto playero. La propuesta no obedecía a un capricho –es difícil que tres partidos de diferente ideología se unan por el simple capricho de uno de ellos–. ‘Es un imprudente’, responde el mal gobernante que sabe que si todos cumplieran escrupulosamente con sus deberes, él no sería necesario.

Esta severa advertencia ofrece dos reflexiones. La primera, más a mano, es que hay que adaptarse a la sociedad y plantearse seriamente si merece la pena invertir en la ampliación de los servicios de playa. En previsión de tragedias fáciles de evitar. Y después, exigir que aquellos que en su germen promovían la participación de la gente, las asambleas en las plazas y las decisiones a mano alzada, acaten las propuestas que nacen directamente del mandato del pueblo, ejercido en las urnas y representado en sus políticos.

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