Juicios paralelos

Esta semana hemos conocido dos casos de denuncias con trasfondo político que han quedado en nada pero que han supuesto un enorme desgate social y personal para los afectados

Ignacio Romaní, durante su etapa como concejal del Ayuntamiento de Cádiz. Francis Jiménez

No uno, sino dos casos hemos conocido esta semana de denuncias con tintes políticos que han quedado en nada. Bueno, a ver... En nada... En nada desde el punto de vista judicial, porque en lo que a juicios paralelos se refiere, a dilapidamiento social, ha ... sido mucho. Y a ambos lados del arco político. Uno a la izquierda, que implicaba a Ganemos Cádiz –Izquierda Unida de toda la vida– y otro a la derecha, con el PP de por medio. La protagonista del primero de ellos no fue directamente una responsable política, sino su hermana. A saber. Pilar Tubío fue directora de Servicios Sociales del Ayuntamiento. Y es hermana de Eva Tubío, actual edil de Servicios Comunes, Vivienda y Salud. A Pilar la condenó la Audiencia Provincial a siete años de inhabilitación tras ser acusada de dar a ‘dedo’ una vivienda a una familia saltándose el papeleo. El ‘caso Matadero’. Le suena. Seguro. Ahora, el TSJA ha revocado la sentencia y la deja limpia de polvo y paja. El segundo asunto sabe usted cuál es también. Un ex concejal del PP de Cádiz, Ignacio Romaní, ha salido limpio de la denuncia que le pusieron tres concejales de Podemos. Los tres, ex consejeros de Aguas de Cádiz, ‘decidieron’ un día que Romaní había utilizado dinero de la empresa pública para pagar a un catedrático y conseguir por la cara su tesis doctoral. Esto fue en 2018. Y tres años más tarde, la jueza concluye que no hay nada de nada. Ni indicio de delito siquiera. Bueno, más vale tarde que nunca. Pero esta vez, como tantas otras antes, la ‘justicia tardía’ hace un daño irreparable. En ambos casos, además, salen escaldadas dos personas que nada tienen que ver con la política: una técnico municipal, Pilar Tubío, y un catedrático de la Universidad, Carlos Guillén.

No conozco personalmente a la señora Tubío. Sí conozco personalmente al señor Romaní. Y me consta que lo ha pasado mal. Muy mal. Durante los tres largos años que ha durado este proceso –desde que fue denunciado hasta que ha sido archivada esa denuncia–, él tenía clarísimo que no había cometido irregularidad alguna, aunque la inquietud de que tu nombre esté sobre la mesa de una juez no debe ser agradable. Pero estaba claro que era una persecución. Como en tantas otras ocasiones ha sido víctima de la sucia guerra política a la que juegan la inmensa mayoría de los partidos, que no es otra que llevar al extremo aquello de «difama que algo queda». Romaní ha tenido que aguantar insultos, burlas –Campari para arriba, Campari para abajo en boca del alcalde y de algún periodista al que no le ríe las gracias–. Hasta en casa de su padre se plantaron unos indeseables para llenarla de pintadas. Eso, por muy archivada que quede la denuncia, no se archiva tan fácilmente en tu corazón y en tu cabeza.

Y usted dirá. «Pues los periodistas tenéis mucha culpa de todo esto». Y yo le diré: «Ya estamos otra vez matando al mensajero». Es cierto que no siempre el periodismo -o mejor, no siempre determinados periodistas o medios– pone filtros a según qué bolas o bulos. Pero son los menos. El dilema aquí es determinar qué es noticia: ¿La denuncia?¿La denuncia admitida a trámite? ¿La apertura de una investigación? ¿La condena en primera instancia?¿La condena en firme? No es fácil, creánme. Los periodistas estamos obligados a contarlo. Del mismo modo que estamos obligados a hacerlo con rigor. Sin juicios de valor. Los que hacen el daño son aquellos que, en un momento determinado, deciden denunciar a alguien con el fin de desacreditarlo políticamente, no de pedir justicia. A partir de ahí se desencadena todo. Las redes sociales, los insultos, los chistes, las burlas... allá cada cual con su conciencia. En esta casa, que por cierto hoy cumple 17 años, llevamos exactamente ese tiempo informando con rigor, con honestidad. Siendo fieles a la línea marcada en el editorial del 1 de junio de 1905 de ABC: «En política no seguirá bandera alguna para no mermar su independencia, dentro de la cual se propone vivir sin abdicar uno solo de sus fueros». Empeñados estamos en seguir haciéndolo. Y que usted nos lea durante muchos años más.

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