El tercer milagro de Fátima

Después de su periplo por el ministerio de Trabajo, se ha instalado en la presidencia de la Fundación de CEOE

Lo escribo desde el 'Virgen de Fátima' en plena Palmera de Sevilla, aunque bien podía haberlo hecho desde Santarem, en Portugal. De tanto ver la figura de la Virgen estos días, vigila con su mirada el frontispicio del edificio y a mí cada vez que ... entro y salgo, que he terminado por acordarme estos días de 'reformas' de Fátima, la otra, la apellidada Báñez. La otrora ministra. Después de su periplo por el ministerio de Trabajo, se ha instalado en la presidencia de la Fundación de CEOE.

No he logrado leer sus facultades y obligaciones en el cargo, pero me temo la de una simple correveidile del que ahora llaman yolamendi, garaendiyola o a puerta gallola, a la sazón presidente de la Patronal. La recuerdan como la artífice de la reforma del mercado de trabajo del PP. Decía que se llama Fátima, pero no es la Virgen. No es por lo tanto ningún tipo de advocación mariana del catolicismo que, se venera en la ciudad lusa. Digo que no es mariana, pero Mariano estaba detrás. Sólo un secreto bien guardado y no tres. Me llama la atención que continue el misterio, no el de la Virgen, sino el de la ministra, que ahora apoya su propia contrarreforma en aspectos claves y defendidos por ella misma hasta la extenuación, el que supuso la modificación del título III del Estatuto de los Trabajadores, sobre la negociación colectiva: la prevalencia aplicativa del convenio de empresa y la ultraactividad de los convenios.

Ahora se alía con su patrón, Garamendi, el de las lágrimas fáciles, que es quien le paga. Dice el refrán que el que manda decide porque paga. Y este caso puede calificarse de flagrante. La artífice de la Ley 3/2012, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral, ahora se alía con su amo y se desdice, donde dije digo, digo Diego.

La «reformita», nada de derogación, incide sin embargo en la filosofía de la Ley anterior, sobre todo en lo concerniente a las modificaciones operadas en el Libro III ET, artículos 84.2 y 86.3.

Distorsionado, disfuncional, irracional, injusto…el nombre es lo de menos. Este es el engendro que hemos creado de mercado de trabajo, desde la promulgación allá por 1944 de la Ley de Contrato de Trabajo. La mano de obra española puede agruparse en una primera aproximación en los siguientes niveles o estratos: funcionarios públicos, personal laboral al servicio de las administraciones públicas, trabajadores de empresas públicas, trabajadores al servicio de empresas concesionarias de servicios públicos, trabajadores de grandes empresas y el resto de trabajadores, estos dos últimos escalones, en su doble dimensión a su vez de fijos y temporales. Si el factor trabajo pudiera ser radiografiado estáticamente, ésta sería la fotografía que mejor lo inmortalizaría.

Creo que sobran las palabras y se justifica la inmediata intervención del legislativo que racionalice el vetusto, arcaico e inoperante mercado de trabajo español. El último nivel es el de los auténticos parias y sobre el que habría de reconsiderar la legislación existente en materia de contratación.

Se promulgaba el texto de la «Reforma Laboral» de 2012, circunscrita a las presiones de los mercados financieros sobre la zona euro, la deuda pública española y las recomendaciones de la Unión Europea (Recomendación del Consejo de 12 de julio de 2011 relativa al Programa Nacional de Reforma de 2011 de España). Se desvelaba por fin el segundo milagro de Fátima, la modificación total del Título III del Estatuto de los Trabajadores, revolucionando el espíritu de la negociación colectiva.

En aquel entonces, Mariano, envalentonado al día siguiente de la publicación, asumió la necesidad de seguir incidiendo en flexibilizar el mercado como único medio de llegar al pleno empleo. Pero, pronto cambió de parecer y decidió guarecerse al son de la concertación social. Lo situaba en una nueva contradicción. La paz social a cambio de no más reformas. Que duda cabe que ha sido útil y cómoda para los políticos la concertación social. Ni que decir tiene que, ha sido una bicoca para la Patronal y los Sindicatos más representativos.

La Ley aprobada anteayer, después del deplorable espectáculo en la sede la soberanía nacional, cercena el espíritu del Libro III ET y en cuanto al contrato de trabajo, traspasará la temporalidad de la actividad que permanecerá, porque el modelo productivo español, sigue circunscrito a actividades cíclicas y temporales o de ejecución intermitente, a una relación de permanencia (fijo discontinuo, estabilidad dentro de la temporalidad) con prestaciones de servicios temporales. Eso sí, estadísticamente el fijo discontinuo cuenta como fijo a todos los efectos. Yo propuse entonces y lo hago ahora, un solo contrato con indemnizaciones decrecientes desde la finalización del período de prueba.

¿Por qué se ha relanzado el convenio de sector con el beneplácito de la patronal? Es el motivo del tercer milagro. Ya trascendió hace ahora diez años en la prensa económica el motivo. La estructura de las confederaciones y federaciones en que se organiza, creadas y vertebradas a imagen y semejanza de la propia estructura sectorial en materia de negociación colectiva y la tropa de afines en esos menesteres. Vuelven a capitalizar junto a los sindicatos más representativos, su intervención en el devenir de la regulación del mercado de trabajo, que ya nos fue rematadamente mal antaño y dicen que la historia se repite. Te lo digo Fátima por sí no te has enterado.

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