La huella de Pemán

Más allá de cualquier disquisición ideológica, la placa retirada hacía referencia exclusivamente a la faceta literaria

Aunque algunos no lo crean La Viudita Naviera no es solo el nombre del coro mixto de Luis Frade, Adela del Moral y Antonio Rivas que ganó el primer premio del concurso del Falla de 1986. ...

Hace unos días se eliminaba de la fachada del número 12 de Isabel la Católica la placa esculpida por Vasallo, posiblemente el mejor escultor e imaginero que ha dado Cádiz, y que recordaba el lugar de nacimiento del poeta, dramaturgo, ensayista y articulista gaditano. El motivo para ello, la eliminación de cualquier resto que pudiese recordar al régimen franquista. Aunque, si lo analizamos bien, Pemán de franquista tenía bien poco. Desde mucho antes de la Guerra Civil, incluso desde antes de que existiera la República, José María Pemán era un monárquico convencido.

Sin duda, ese espíritu monárquico hizo que pusiera su pluma a favor del alzamiento en una línea poética que se desviaba de la suya propia y que abandonaría en cuanto acabó la guerra. Recién finalizada esta última, en 1940, el régimen le acusó de traidor y su pluma, que ya había merecido en 1935 el Premio periodístico Mariano de Cavia, se eliminó de todas las cabeceras nacionales, ABC incluida. No sería la primera vez que el Régimen censurase al que sería el presidente del Consejo Privado del Conde de Barcelona en el exilio y que tanto hizo por la vuelta a la democracia con la monarquía parlamentaria.

Porque si fue censurado en los comienzos del Régimen, también lo sería al final de éste con la prohibición expresa de Franco, no una sino tres veces, de la publicación de la que sería su última obra; posiblemente porque en ella desmitificaba al general y ponía de manifiesto su aversión por todo lo que sonase a intelectualidad, algo que por cierto suele ser común en lo que a los posicionamientos extremos se refiere.

Pero más allá de cualquier disquisición ideológica, la placa retirada hacía referencia exclusivamente a la faceta literaria que ocupó toda la vida del que no hace mucho tiempo el propio alcalde describía como «el que ha sido y será de forma indeleble uno de los mayores representantes de las letras gaditanas». Visto lo visto, no tendremos más remedio que proponer a la RAE una nueva acepción para el término indeleble, esa misma Academia en la que Pemán se negó a que se ocupara el sillón vacío de Alberti.

La obra inmensa y brillante de Don José María Pemán se pone de relieve en sus poemas, sus obras de teatro, sus magníficos artículos, sus inolvidables personajes, desde el Séneca hasta esa figura más real que Agustina de Aragón en palabras de Ramón Solís, Lola la Piconera. Y con Cádiz siempre como fondo. Un autor que no escatimó elogios para los que entonces estaban «malditos», Celaya, Cernuda, Alberti… El mismo que apoyó a Platero y a los jóvenes Quiñones y Pilar Paz. En fin, que algunos tendrán un más que ingente trabajo si quieren expurgar la huella de Pemán.

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