El Apunte - Opinión

Exhibicionismo político

El alcalde de Cádiz representa una nueva forma de hacer que mezcla sin pudor lo personal y lo institucional, lo privado y lo público

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Debe ser un signo de los tiempos. Lo que no se cuenta, no sucede. Lo que no se dice en público, no se piensa. La tendencia al exhibicionismo y el espectáculo es una característica de la sociedad contemporánea.

Las redes sociales y la fascinante velocidad de la información han hecho posible que cada cual retransmita los hechos de su vida cotidiana que considere. En esto, quizás los dirigentes vayan también por detrás de los ciudadanos. Pero su notoriedad, su compromiso con la ejemplaridad, la trascendencia de sus gestos y el hecho de que cobren de las cuentas públicas hacen que sus exhibiciones sean discutibles.

El alcalde de Cádiz trató de hacer una distinción entre su vida personal y política hace dos semanas.

Con gran revuelo, anunció que no presidiría el cortejo procesional del Nazareno porque consideraba que un cargo institucional no debe formar parte de ningún un acto religioso.

Sin embargo, añadió que acudiría como ciudadano, como vecino y como hijo, para acompañar a su madre, a la que quizás involuntariamente introdujo en mitad del escenario político. Esa confusa linde entre el cargo y la persona volvió a reaparecer ayer con una intensidad que ya resulta chocante.

Después de hacer ese anuncio, después de negarse a hacer la entrega del bastón de mando al Nazareno como es tradición, acudió con su pareja y diputada andaluza al templo de Santa María del que sale, acompañado además de algún teniente de alcalde. Se desconoce en calidad de qué lo hizo. Horas antes, por la mañana, el alcalde respondió a la mujer que irrumpió en el Pleno pero por una vía tan extraña (aunque legítima) como Facebook, a los ojos de todos. La madre del alcalde entró en el debate, público, para defender a su hijo.

Con todo lo que de humano y tierno pueda tener ese gesto maternal, basta pensar lo que sería la política si todos los padres, hijos o hermanos entraran a mediar en críticas y conflictos de sus parientes. Qué pasaría si esas actitudes se extendieran a los conflictos profesionales diarios. Un auténtico sinsentido. El hecho de que pueda hacerse no significa forzosamente que deba hacerse. Son los peligros del exhibicionismo político, de mezclar sin pudor lo personal y lo institucional, lo privado y lo público.

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