La Voz - Opinión

De mal ejemplo a precedente

La dimisión de la concejala isleña muestra cómo hay que actuar cuando uno se equivoca en política

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Ha pasado una semana desde que trascendiera la grabación que revelaba la metedura de pata de la edil de Asuntos Sociales de San Fernando, Ana Lorenzo, cuando incitaba claramente a una pareja a okupar una vivienda vacía. Lo hacía con datos concretos, pistas, instrucciones y hasta dirección del piso. Tuvo desde el principio la honestidad de admitir su error, la gravedad del desatino y pedir disculpas. Siempre se amparó en la desesperación que provocan estas situaciones y en la solidaridad que despiertan. Todo le honra como persona pero nada le disculpaba. Un representante público nunca puede dar instrucciones para incumplir la Ley. Si le sorprenden en tal yerro, las justificaciones o las lamentaciones no son suficientes. Sólo le quedaban dos salidas para recomponer la situación: la dimisión o el cese.

No bastaban las disculpas ante un supuesto caso de prevaricación alentado desde un despacho municipal. La dimisión debía salir de manera voluntaria de la propia concejal dado que su alcaldesa y la secretaria provincial de su partido le habían amparado de forma sorprendente. Ana Lorenzo, finalmente, admitió ayer que no podia ocupar un segundo más el cargo público que representa después de ser sorprendida cuando alentaba a una práctica ilegal. La conversación mantenida con la pareja de okupas y que fue grabada de forma oculta no dejaba lugar a dudas ni margen a otra salida. La edil aconsejaba quebrantar los principios básicos legales para entrar en un piso vacío, propiedad de un banco, sin levantar sospechas, incluso hablaba de cómo esquivar a la Policía. El largo silencio de la alcaldesa y su posterior excusa resulta lamentable. La oposición era implacable al exigir la dimisión de la edil. El portavoz del grupo popular y exalcalde, José Loaiza, insistía en calificar como «muy graves» los hechos y en sostener que si la responsable de Servicios Sociales del Ayuntamiento de San Fernando no presentaba su dimisión, «debía ser la propia alcaldesa de la ciudad, Patricia Cavada, la que debe cesarla de inmediato».

Al cabo, se ha producido la primera solución, la dimisión.Le honra a su protagonista, como le deshonró el error. Su marcha voluntaria es un gesto de valentía política que crea un precedente y respalda la lógica que tanto echan de menos los ciudadanos en la política. Igual que antes fue un pésimo ejemplo como representante pública, ahora ha pasado a ser una referencia para todos los que sean sorprendidos en un error injustificable. Deben irse. Ella lo ha hecho.

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