Depende

Los mercados de trabajo se rigen, al igual que otros mercados de la economía, por las fuerzas de la oferta y la demanda

El trabajo es uno de los tres factores de la producción considerados básicos (junto a la tierra y el capital), factores que se utilizan para la producción de bienes y servicios. Aunque los mercados de factores se parecen en muchos aspectos a los de bienes y servicios, presentan con estos una importante diferencia: la demanda de un factor de producción es una demanda derivada. Es decir, la demanda de un factor de producción por parte de una empresa, se deriva de su decisión de ofrecer un bien en otro mercado (el de bienes y servicios).

El factor trabajo tiene una importancia inusitada, porque los prestan las personas y porque su precio agregado, se erige como principal componente de la renta nacional. Los mercados de trabajo se rigen, al igual que otros mercados de la economía, por las fuerzas de la oferta y la demanda.

En el mercado de trabajo, la oferta y la demanda de trabajo, determinan el precio del factor trabajo. Pero los servicios prestados por los trabajadores, no son bienes finales susceptibles de poder ser utilizados por los consumidores, sino que son factores que se emplean para producir otros bienes. Examinando la relación entre la producción de bienes y la demanda de trabajo, comprenderemos la determinación del salario de equilibrio. Por supuesto, el análisis debe hacerse en mercados competitivos.

Dos cuestiones a considerar para la determinación del salario. En primer lugar, hemos dicho que las empresas que operan en el mercado, lo hacen en un mercado competitivo. Son las empresas las que “compran” el servicio en que consiste el trabajo, como factor de la producción. Como hay muchas empresas en el mercado, una única empresa tiene poca influencia, por no decir ninguna, en el precio de sus productos o servicios. Ni tampoco su comportamiento en orden al pago del salario a sus trabajadores, tendrá ningún tipo de incidencia. Sin embargo, lo dicho, esto es matizable. Y ejemplo de ello ha sido Cádiz y su convenio provincial del metal. Convenio colectivo industrial, referente del tejido industrial y de la producción industrial en la provincia. Hasta la década de los noventa, una empresa pública determinaba el precio del salario en su convenio de empresa, determinado como precio público-político, alejado de los mecanismos de mercado. Y este servía de referencia en la negociación del precio del factor trabajo en el convenio sectorial del metal. Al no conformarse el precio del salario, según estrictas razones de mercado, el sector renunció a desarrollar toda su potencial actividad, dado que otros convenios sectoriales de otras provincias eran más competitivos, ya que no adolecían de ese lastre en la conformación del precio. Hasta la crisis de 2007, el precio lo imponía desde finales de siglo pasado, una gran empresa siderúrgica, con una especial posición competitiva en el mercado mundial de su producto. Su convenio de empresa era la referencia ahora para el convenio del metal. De ahí que la provincia de Cádiz, renunció a una parte importante de actividad industrial por razones convencionales. Es decir, el precio del factor trabajo es determinante en la demanda y por ende repercute directamente en la oferta, de tal modo que el punto de interjección o de equilibrio, establece no solo su precio, sino inexorablemente la cantidad de trabajo. Por eso la provincia de Cádiz, siendo la que más exporta en Andalucía, porque el número de grandes empresas industriales es el mayor, no es acompasado por la actividad auxiliar de las pequeñas y medianas. Y esta y no otra es la razón indubitada del empleo-desempleo industrial en la provincia.

Sólo unas apreciaciones en la disyuntiva Banco de España y AIReF con el Ministerio de Empleo y los sindicatos. Normalmente todos los que trabajan por cuenta ajena se consideran mal pagados y todo aquel que paga piensa que lo hace en exceso. Vivir en España es caro y por ende un salario de 1000 € impide vivir bien, lo más es sobrevivir a duras penas con él. Nada más relativo que cualquier apreciación que se haga acerca del salario. Todo dependerá del prisma con el que se mire. La subida del SMI en un 22% supondrá un descenso del empleo del 0,8% a juicio del BE y algo menos en las apreciaciones de la AIReF. La otra parte exige un acto de constricción por los malos augurios contenidos en sus informes sobre coyuntura económica. Y yo les digo, que todo depende. En aquellos sectores con niveles de productividad del factor trabajo altos, la competitividad empresarial no se resentirá. Otros, sin embargo, van a tener problemas: el servicio doméstico, la agricultura y todos aquellos que se encuentran en los márgenes del sistema sujeto a una fuerte presión de precios con el exterior, por las economías emergentes. Ni con uno, ni con otro. Todo lo contrario, si me equivoco en mi apreciación pediré perdón. Pero los que se posicionan y hacen vaticinios, no pueden, podemos, asumir la contrición como un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar, porque siempre habrá algo que opinar y el que tiene boca se equivoca. Que se lo digan al BE con la crisis de las Cajas de ahorro o a los sindicatos con la gestión de la crisis, la formación, los ERE’s…España es un país de pecadores. Pero es bueno seguir pecando por haber opinado. Se lo digo yo que me incluyo en el lote.

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