El trapicheo siempre tiene un principio

Vecinos de El Puerto alertan de la proliferación del menudeo en algunas zonas de la ciudad. Piden más control

La Voz de Cádiz

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Nada hacía pensar en los años setenta u ochenta que la barriada de José Antonio de El Puerto terminaría siendo un problema de convivencia de tal envergadura que obligó a una vigilancia las 24 horas del día, un desalojo y una posterior demolición. Nadie podía imaginar que lo que eran esos cuatro bloques donde vivían gente obrera de las bodegas acabaría convirtiéndose en el gran foco de la droga de toda la Bahía de Cádiz. El tráfico de hachís, heroína, cocaína, rebujo... las reyertas y el consumo en la calle a plena luz del día eran habituales. Pero ocurrió.

Y aquello tuvo un principio. Ese cambio hacia la autodestrucción no fue de un día para otro. Todo comenzó cuando en el barrio empezaron a instalarse personas que se dedicaban a vender droga, tanto en las casas como en la calle. Y así poco a poco se fue minando de este tipo de narcotráfico que tiene como consecuencia más directa el fin de la convivencia vecinal pacífica.

Pues aunque todavía a muchísima distancia de ser un problema de tal calado, en algunas zonas de El Puerto tiemblan cuando se imaginan que ellos pueden ser los próximos perjudicados. Y está ocurriendo a pocos metros de distancia de José Antonio y en frente de otro foco de menudeo como es la barriada de Los Milagros. En ese entorno. Los vecinos avisan que en los últimos meses han empezado a proliferar los vendedores, los 'camellos', por esta zona. En los parques próximos donde los residentes de ese espacio suelen salir y donde los niños juegan a diario. Según advierten, los compradores llegan incluso a consumir la droga que compran en plena calle. Delante de ellos. Sin reparo alguno. Además advierten del incremento de la prostitución y el proxenetismo en algunas de estas calles con peleas y gritos de madrugada.

Evidentemente es una problemática social seria. Que tiene su base en la adicción, la dependencia y la marginalidad, pero eso no es óbice para que se intente poner la solución que se pueda. En primer lugar, con una seguridad más controlada y que tiene que estar avivada por el propio Ayuntamiento, obligado -por ley y por impuestos- a cuidar de sus ciudadanos; y por otra, con una mejor política social que sea realmente integradora y viable para que estas personas puedan tener una vida alejada de todo aquello que causa problemas. A ellos y a los demás.

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