Opinión

Caminos que unen

«Nuestro cuerpo tiene límites, que solo se conocen cuando se les somete a situaciones en duras fronteras»

José María Esteban

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Nuestro cuerpo tiene límites, que solo se conocen cuando se les somete a situaciones en duras fronteras. Uno no se percibe realmente hasta que es capaz de comprobar cómo esta máquina casi perfecta, si no muriera, te puede sorprender en su enorme capacidad de aguante. Es producto de la evolución, donde los más fuertes y los que mejor se adaptan siguen habitando el planeta. Lo que sí es verdad es que estamos hechos de una importante parte corporal, por su dimensión en el esfuerzo y su búsqueda continua de la supervivencia, soportados tanto en sujetos físicos como espirituales.

Estamos en una época donde salir de un confinamiento, ya algo lejano, nos ha posicionado con mayor fruición en las casillas de salida. La cultura física se fue desarrollando en la época del bienestar, como un consumo más, aunque más saludable y sostenible. Hoy son 6 de cada 10 personas a las que les gusta el senderismo, coger una ruta, o tirar hasta que los gemelos aguanten. Es una nueva y emocionante cultura, donde buscamos una meta o un reto, que al finalizarlos nos hagan más felices.

Los que son asiduos a derroteros y veredas largamente iluminados por la naturaleza o por conciencias más o menos religiosas, somos congregados cada día más en número y diversidad. Los caminos espirituales están muy de moda, aunque sólo se crea en el vuelo de las efímeras. Los seres humanos llevamos buscando mayores horizontes desde que nos erguimos y nos pusimos a andar. Pudimos así prever mejor los peligros y saber dónde se podría encontrar un adecuado alimento que nos mantuviera vivos.

El Camino de Santiago, como el del Everest, va siendo cada vez más concurrido, sobre todo nuestro francés. Un Camino alucinante por mil ríos y cañadas que asombra al que lo hace, no solo por sus densos y bellos paisajes, sino por la huella que el hombre dejó desde el siglo XI. Descubierto el sepulcro del apóstol allá por el año 813, en tiempos de Carlomagno como gran rey de Europa, la abundante religiosidad en tiempos de conquistas apretadas desde abajo, hace erigir una iglesia al Apóstol caminante que predicó en estos lares. Surge la necesidad de acudir desde mil puntos de la tierra, como en la Meca, a ofrecer la obligada pleitesía de los que creen y los que no. El Camino de Santiago es un motivo vital que todos deberíamos asimilar. No tanto por la creencia en la Fe, o la preciosa estampa de su Obradoiro en la acumulada Catedral, sino por el reencuentro personal que cada uno hace de sí mismo, paso a paso.

Hoy miércoles presentamos en el Ateneo el magnífico y valioso libro de Manuel Barea Patrón titulado 'El Camino Mozárabe'. En él el investigador conecta el sur con el gran río religioso que lleva a Compostela. Desde toda Andalucía hasta Mérida, confluyeron en la ancestral vía de la Plata, y a través de Zamora y Orense nos llevaron hasta el Santo. El libro desde el principio nos sumerge en los orígenes y motivaciones del Camino. Nos lleva por esos itinerarios donde muchos cristianos en tierras de musulmanes, fueron huyendo de los fanáticos almorávides y almohades, impidiendo la convivencia de las tres religiones en las tierras del sur. Un libro que, no siendo una guía, nos conduce por las rutas sureñas hacia el noroeste. Lleno de sabiduría y mil detalles para compartirlo, el libro ha hecho este año el Camino Sanabrés conmigo. Un acompañante ameno y silencioso, que es lo que hay que encontrar cada vez que se hace este viaje: una unión íntima acompañada en lo común, hacia el cielo de cada uno. Ojalá siempre se unieran los caminos, en vez de separarse. Cuidaos.

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