OPINIÓN

Turismo sí, pero sostenible y de calidad

Es necesaria una regulación real y llevada a la práctica

Javier Fornell

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Llega el verano y vuelven los veraneantes y el turismo más salvaje. Ese que lejos de regularse se ha dejado mover a su antojo. Lo vemos cada mañana en la puerta del ayuntamiento, en la que enormes grupos de turistas se aferran a lo gratis para recorrer la ciudad. Y se hace bajo la mirada atenta de un alcalde que siempre dijo querer acabar con la precariedad del sector.

La ciudad debe vivir del turismo a falta de otras opciones. Pero no todo vale. No vale permitir que en tus propias narices se muevan miles de euros en dinero negro, fomentando el trabajo precario de quienes cobran a propinas mientras pagan a multinacionales para que promocionen su labor. Y además, hunden la imagen de Cádiz.

Escuchar a algunos de estos supuestos profesionales (¿se puede ser profesional viviendo de propinas y sin declarar?) da vergüenza ajena. Siempre he dicho que los guías somos embajadores de nuestra tierra, pero cuando se hace sin rigor, cayendo en lo chabacano para hacer la gracieta gadita, la imagen es pésima. El Ayuntamiento se lanza a campañas mediáticas, se va a Fitur o la ITB de Berlín para vender nuestras virtudes, pero luego permite que en la puerta de su casa se vea la cara más amarga del turismo de masas.

Frente a profesionales que tratamos de hacer nuestro trabajo sin molestar a los vecinos, quitando nuestros micrófonos a ciertas horas y en ciertos lugares como el barrio del Pópulo; vemos como los free tour mueven a centenares de personas sin tener consideración con esos mismos vecinos. Da pena ver como en el barrio más antiguo de la ciudad, los turistas se agolpan en las plazas, cerrando el acceso a bares y tiendas; impidiendo a los vecinos y comerciantes hacer una vida normal. Da miedo ver el traslado de esos grupos por calles como Compañía (donde cualquier día se producirá una desgracia). O, para los que disfrutamos de nuestro Mercado de Abastos, sufrir las consecuencias de estos intrusos que colapsan los puestos, sin que podamos acercarnos a comprar y haciendo que se haga imposible dar un paso entre nuestros pescaderos (normalmente es dónde los meten)

Y yo me pregunto ¿es este el turismo que queremos? Obviamente, no. Y eso hace que la sociedad este rechazándolo y que en ocasiones paguemos justos por pecadores. Somos muchos los compañeros a los que nos han insultado e incluso empujado mientras hacemos nuestro trabajo, y lo entiendo. La primera vez que me pasó me sorprendió, pero al cruzar el arco de los Blanco, lo entendí. Al toparme con varios grupos de free tours colapsando las calles, parados frente al teatro romano, el callejón del Duende (el bar el Circo tiene el cielo ganado por su paciencia) y la casa del Almirante. Imposible dar un paso dentro de un barrio ya de por sí pequeño.

Cabe entonces preguntarse si hay solución. Y la hay. Es necesaria una regulación real y llevada a la práctica. Es necesario acabar con el turismo de «piaras» y luchar por un turismo sostenible y de calidad. Tenemos una gallina de oro, pero vamos a terminar asfixiándola entre turistas.

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