La izquierda propone el economato de Franco

Las grandes empresas de distribución advierten que la famosa «cesta» de la ministra, no resuelve el problema y, además, distorsiona el mercado

Fernando Sicre

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Un viaje a EEUU de determinados ministros españoles en la época de la Dictadura, supuso la constatación del atraso de nuestro sistema de distribución y venta: se quedaron fascinados con los supermercados existentes al otro lado del Atlántico. La competencia de mercado, la eficiencia y eficacia de un sistema de distribución y logística, habían hecho allende los mares el milagro. Los alimentos y otros productos básicos en la economía doméstica, quedaron notablemente reducidos en sus precios sobre un 40%. Los comunistas españoles habían propuesto unos precios mínimos en la agricultura y unos precios máximos en la venta a los consumidores a través de intermediarios.

Las grandes empresas de distribución advierten que la famosa «cesta» de la ministra, no resuelve el problema y, además, distorsiona el mercado. Ha sido presa de sus ensoñaciones comunistas, fuera de la realidad en las democracias liberales, donde impera el sistema capitalista. Sí, ese sistema que mayor bienestar ha reportado a la humanidad desde todos los tiempos. Y todo ello producto de la candidez, impericia, contradicción y falta de racionalidad en las propuestas, solo basadas en ocurrencias. Nunca buenas, por cierto, quizás producto de una escasa, quizás nula formación económica, con efectos devastadores para la nación. Lo peor de todo, en cualquier caso, las contradicciones propias de quien tiene la lengua muy larga y la mente justita. Ha solicitado a los ciudadanos, esos que conforman la nación, para que compren productos básicos en las tiendas de proximidad. Al tiempo que ha acordado con una gran superficie, la determinación de una cesta de treinta productos con precios tasados por la empresa que, importan la compra de cada uno de ellos un euro (nunca pensé de la importancia del chocolate blanco para hacerlo en taza, en mi dieta vital). Está claro que las grandes superficies en estos casos y para congraciarse con la ministra, ajustaran los márgenes hasta reventarlos, vendiendo posiblemente a pérdidas, lo que está de paso prohibido y resarciéndose de ello con la venta de otros productos. Pero la cosa no queda sólo ahí. La CNMV ha avisado de que los ministros no pueden auspiciar «cárteles» entre las grandes cadenas de distribución para la determinación o pacto de productos básicos. El organismo regulador tiene la obligación de vigilar, investigar y sancionar esas practicas prohibidas en España y en la UE. Y ello a pesar del artículo 13 de la Ley de Comercio que dice que, el Gobierno podrá fijar los precios o los márgenes de comercialización de determinados productos, cuando se trata de productos de primera necesidad o de materias primas estratégicas. Ley promulgada por los socialistas en 1985. Todo lo contrario de lo que realmente hay que hacer. Esto es, que el mercado funcione correctamente, que haya competencia, por lo que para aquellos supuestos de beneficios extraordinarios que se dieran puntualmente, el mercado determinaría la vuelta a la normalidad a través de la competencia de mercado.

Y todo ello es achacable a los salarios existentes y al nivel de precios descontrolado. Lo que sí que hay que hacer, es crear las bases ciertas para que en el plazo de dos generaciones podamos haber cambiado nuestro modelo productivo, que no admite las subidas impuestas legalmente del salario, porque excluye sin más a mucha gente del mercado de trabajo.

Una economía próspera con producciones de bienes y servicios con alto valor añadido admite salarios altos. Una economía como la nuestra, no admite esos salarios, en caso contrario, la propia legislación se convierte en obstáculo insalvable en la creación de empleo. En los demás países europeos, que no han forzado la legislación para la subida del salario mínimo, los salarios con carácter general han subido un 42% más que en España. Nos encontramos inmerso en un mercado de naturaleza regional que es la UE y otro que abarca todo el orbe. Por lo tanto, ir a contracorriente de las leyes de su funcionamiento, sólo hace empeorar las cosas.

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