OPINIÓN

¿Quién puede creer en este PSOE?

Se está superando toda clase de prudencia al convertirse por ambición en una máquina devoradora de todo con tal de mantenerse en el poder

Yo no he votado al PSOE, pero siempre he defendido que exista y que sea respetado, el PSOE que habíamos conocido todos antes. Y hasta éste, con el que es tan difícil compartir algo. En la historia menos lejana de dicha agrupación ha habido sus ... luces y sus sombras, como en toda asociación humana y, más singularmente, en una que reúne tantas ambiciones políticas, pero es que lo de ahora, sencillamente es que no es, que no vale, vamos, que se está superando toda clase de prudencia al convertirse por ambición en una máquina devoradora de todo con tal de mantenerse en el poder.

Ya tuvieron los socialistas a Besteiro y a Largo Caballero convivientes bajo las mismas siglas, como tal vez pasa ahora entre el aparato y algunos barones, pero es que, en su praxis, Sánchez ha pasado ya toda raya de sensatez y compromiso. Es verdad que entonces ni existía la inmediatez del conocimiento de la noticia ni el acceso universal a la hemeroteca o a las imágenes y grabaciones, con todas sus contradicciones; y que todo lo que pasó pudo hacerse de aquella manera. Tampoco las circunstancias sociales y económicas eran las actuales, pero Largo Caballero se tiró hacia la izquierda más radical y eso les costó a los españoles una guerra civil y a los socialistas más de cuarenta años.

Se acaba de iniciar el trámite legislativo de una norma que tiene más que dividido al pueblo español y, aun así, por la conveniencia personal de un individuo que ha demostrado ser capaz de tragar lo que haya que tragarse, que pasar por donde haya de pasarse, por claudicar hasta en las mínimas esencias del ejercicio democrático de la representación popular, todo pudor político se ha superado sin parangón alguno con tal de mantenerse en el poder.

Una ambición sin límites que nos ha llevado, para vergüenza nuestra y de las democracias de los países de nuestro entorno, o para que hasta la propia UE se haya puesto a vigilarnos, a que en menos de un día se llevase al Congreso de los Diputados una norma de la trascendencia que supone la amnistía por encima de cualquier cosa y por encima de millones y millones de españoles, incluso de españoles que votaron socialismo sin saber que su líder iba a consagrar la desigualdad de unos frente a otros. Una ley humillante impulsada por un individuo ajeno a nuestra representación que ni tan siquiera ha sido conocida y discutida por quienes tienen la obligación y el privilegio de representarnos. Una norma concebida en extraños, oscuros y secretos escondrijos donde han intervenido un mediador centroamericano, dizque especializado en guerrillas, y un letrado chileno, pero no los diputados españoles en Cortes.

Los independentistas lo saben muy bien y tienen cogido al gobierno. Piensan, saben y dicen, que cualquier afirmación de Sánchez y los suyos, por mantenerse en el sitio puede «cambiar de opinión» con muchísima facilidad. Y aprietan el acelerador. ¿Querían amnistía? Ahí está ya servida para solaz de unos cuantos españoles que no quieren estar en España y que saben que, en estos años de legislatura que hay por delante, las opiniones del gobierno tornarán en favor de su desiderata. Tendrán su referéndum y, pase lo que pase, lo dicen abiertamente, irán hasta la solución final, la separación.

¿Y por qué están tan seguros? Pues porque saben y dicen que lo que Sánchez y sus ministros nieguen hoy lo conseguirán ellos mañana. Como se atribuye a Groucho, «éstos son mis principios y si no les gustan, tengo otros».

Para algunos quizás queden Page o algunos socialistas antiguos, pero no, porque, a éstos, ya les han calificado sus compañeros de antiguallas y, a Page, por muchos aspavientos que haga y muchas mordacidades que diga, está claro que sus diputados castellanomanchegos no le hacen ni pajolero caso en Madrid.

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