Luis Ventoso

Periodismo ultratumba

Luis Ventoso
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Camilo José Cela, que tras el divino Valle-Inclán fue el mayor literato español del siglo XX (a Lorca no le dieron tiempo), murió en enero de 2002. Nada más desaparecer, comenzó un cierto abuso de su figura, que él mismo ya había propiciado en las fatigas físicas y desintereses de su senectud. Se percibió en el mismo día del óbito, cuando rápidamente se divulgó y publicó que sus últimas palabras en el lecho de muerte habían sido: «Marina, te quiero. ¡Viva Iria Flavia!», lo cual sonaba curioso, pues no es el tipo de frase que suele componer un ser humano cuando transita por los estertores de su agonía.

Por fin una gran exclusiva: Cela habla desde el más allá

Ahora celebramos los cien años del nacimiento de Cela, al que tanto debemos.

A pesar de su marketing pasado de rosca -una bravuconería que acorazaba a un tímido-, prestó enormes servicios a su país. El primero y más trascendente, su obra, por supuesto. Un castellano eminente, casi único, con dos novelas monumentales («Pascual Duarte» y «La Colmena»). También muchos textos menos afamados, pero fuente de profundas satisfacciones (en mis morriñas guiris releo alguna vez «La Rosa», sus memorias de infancia en Padrón, y resultan siempre un bálsamo de encanto y ternura). Su afán innovador se ha elogiado poco, pues siempre intentó ir más allá, romper las ataduras del realismo chato. Continuó experimentando hasta en sus novelas crepusculares, alguna magnífica, como la «Mazurca». Pero además con su revista literaria fue un importante animador cultural en la dictadura y echó un capote a más de uno. Por último, dignificó el oficio de escritor, le dio fuste y presencia. Su circo histriónico no dejaba de ser su estrategia para reclamar atención hacia su trabajo, haciéndolo popular e importante. Solo se le escapó uno de los palos de la prosa, el columnismo, donde tiraba a farragoso. Literatura y periodismo son primos, no gemelos.

«No paramos de mejorar», suele repetir mi apreciado Pérez-Maura. Cierto. En España ya se había inventado la chocante figura del editor demediado, que con su mano derecha hace periodismo-botafumeiro del PP y con la zurda se dedica a demoler lo que ensalza con la diestra. Pero ahora los medios españoles, los más creativos de Europa, dan un paso más y estrenan el Periodismo Ultratumba. El periódico de derechas de la tele de izquierdas acaba de publicar una entrevista con Cela recién hecha. El Nobel contesta desde el más allá con su viuda como médium. La exclusiva, lógicamente, ocupa la portada.

A mí me hacen feliz, pues me ratifican el raro privilegio que supone poder trabajar en un periódico como ABC, que prefiere el periodismo normal al paranormal y tutea a los grandes diarios europeos de su linaje, «Telegraph», «Frankfurter Allgemeine», el «Trouw» holandés… De todas maneras, confieso que las entrevistas con el más allá dan algo de envidia. Ya estamos viendo la segunda entrega: Cela responde desde el camposanto de Santa María de Andía: «¡Gracias, Marina!».

«No somos nada, don Camilo», le dijo una vez uno de sus asistentes. «No lo será usted -tronó Cela-, ¡yo soy premio Nobel!». Ay, cómo se estará removiendo bajo su lápida, allá en la primavera de Iria Flavia, a orillas del Sar, río de los desasosiegos de Rosalía.

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