Miradas sobre la pandemia

El español, en estado de alarma

El sociolingüista y profesor en las universidades de Heidelberg y Alcalá analiza en ABC cómo la lengua española «se ha convertido en un gran teatro de operaciones lingüísticas superpuesto a la batalla sanitaria»

Francisco Moreno Fernández

Dado que la crónica del coronavirus se ha narrado mediante metáforas bélicas, podríamos seguirle el juego a la alegoría y decir que la lengua española se ha convertido en un gran teatro de operaciones lingüísticas superpuesto a la batalla sanitaria . En él, las huestes son las palabras y los hablantes, sus generales.

Efectivamente, las palabras del estado de alarma nos hablan de combate , objetivos (sanitarios, económicos), de escudo (social), de primera línea de defensa (la Sanidad pública), del frente de batalla (los hospitales), del enemigo (el coronavirus), de la victoria final y de después de la guerra . ¡Venceremos! y ¡Resistiré! , con banda sonora incluida, se han convertido en auténticos gritos de combate; y hasta las curvas estadísticas se doblegan, en vez de inclinarse.

Como es natural, los soldados se adaptan al terreno con variados movimientos. Las preposiciones pugnan por precisar la causa de las bajas (muertes por / con coronavirus ) o el modo de sufrir los ataques ( tener coronavirus / estar en coronavirus ); el enemigo recibe distintas denominaciones: la genérica ( coronavirus ), la abreviada ( corona ), la específica Covid-19 (con sus variantes gráficas y su variación de género: el / la Covid-19 ), la especializada SARS-CoV-2 ; y la humorística ( colonavirus ), recordando su origen chino, aunque el uso de virus chino ( Chinese virus ) por parte de Donald Trump no tiene tanto humorístico, como de racista. La nueva realidad ha entrado con tal potencia en la lengua que ha popularizado conceptos antes infrecuentes ( desescalada ) y ha afectado a otros planos de la vida social ( Corinavirus ). Además, la máquina de la composición se ha puesto en marcha creando nuevas unidades léxicas de combate: coronabonos , coronavirólogo/a , coronacrisis , coronavida y hasta coronaofertas .

Asimismo, hay unidades preexistentes que en el teatro militar de operaciones han adquirido nueva significación. La distancia social ya no es solo un concepto socieconómico, sino pura y llanamente físico, y está campando en numerosas lenguas, sobre todo por influjo del inglés ( social distancing ). Un arca de Noé ya no es la bíblica embarcación, ni un molusco lamelibranquio ni un sencillo cajón de sastre, sino un recinto construido o habilitado para recibir y tratar a personas infectadas. La normalidad ya no responde a un estado natural, sino que puede ser nueva o vieja. Y, si la tragedia de Nueva York expandió el sintagma zona cero, la calamidad del virus nos ha traído una nueva zona cero (Wuhan) y nos alerta sobre los pacientes cero .

La llamada crisis del coronavirus no es solo crisis, sino guerra, una guerra que también afecta a los nombres de los propios contendientes . Por un lado, se despliega la epidemia , transformada oficialmente en pandemia , pero que muchos no dudan en llamar plaga o peste , evocando intencionadamente las calamidades bíblicas o medievales. Por otro lado, los pueblos del mundo son llamados a la lucha apelando a su condición cívica ( ciudadanos , compatriotas ) y aquellos que desafían a la disciplina social reciben la severidad de un adjetivo que los califica: covidiotas , también empleado en inglés ( covidiot ).

Como en toda guerra, la estrategia es un factor fundamental. En la del coronavirus son dos las tácticas desplegadas y en ambas el lenguaje resulta especialmente revelador. Por un lado, está el confinamiento , con sus matices: confinamiento voluntario , domiciliario (como los arrestos) o autoconfinamiento . Sus alternativas principales son aislamiento y cuarentena . De ellas, sin duda la más arraigada popularmente es la última, probablemente por sus reminiscencias históricas y por su origen religioso: cuarenta días duró el diluvio universal y cuarenta días forman la cuaresma, los mismos que Jesucristo permaneció orando en el desierto. En su versión actualizada, se habla, en cambio, de cuarentena o aislamiento inteligente .

Por otro lado, se observa el despliegue de toda una batería de proyectos de investigación con la esperanza de ayudar en la batalla y, sobre todo, de resolver la guerra para siempre. Las iniciativas surgen con nombres cargados de sugerentes metáforas. En la Unión Europea ya existen proyectos como HERos , RIPCon , CoNVat ; o como Orfeo , aquel que bajó al inframundo a rescatar a su amada Eurídice , que había llegado hasta allí por la picadura de una víbora, la Covid-19. Ojalá que este nuevo Orfeo no pretenda mirar el rostro de Eurídice, para que su empeño no sea en vano. Las armas que estos proyectos de investigación despliegan, sin embargo, tienen poco de metafórico: retroviral , PCR … Como tampoco lo tienen muchos de los efectos colaterales con los que esta guerra ya nos está invadiendo: ERTE , renta mínima vital o universal

Estamos ante una gran batalla que no ha de ser de desgaste, sino de aniquilación, hasta que se libre la decisiva, la que ponga fin a las hostilidades. En ese momento surgirá un nombre que habrá de hacerse un lugar en la historia de la lengua, un nombre cuyas alas lo harán sobrepasar la fama de la causa que lo provocó y que por ahora solo tiene forma de esperanza. Ese nombre será el de la vacuna que acabe con el virus . Ese nombre será la última palabra de nuestro estado de alarma.

* Francisco Moreno Fernández es profesor 'Alexander von Humboldt' en la Universidad de Heidelberg (Alemania).

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