Editorial

La fascinación por Podemos tenía trampa

Durante meses, el sector consintió la estigmatización y humillación de periodistas, incluso en actos públicos retransmitidos en directo, con mofas, ironías y comentarios despectivos sin reproche alguno

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El oportuno amparo otorgado por la Asociación de la Prensa de Madrid a periodistas acosados e insultados por Podemos tiene una segunda derivada basada en la autocrítica que debe ejercer la profesión. Desde sus inicios, Podemos, una organización antisistema, ha hecho gala de un discurso totalitarista, sectario y excluyente que ha sido consentido y aplaudido por parte de los informadores sin reparar en los daños que podía causar al prestigio del periodismo en España. La perversión de la legítima ideologización de cada medio abocó pronto a una sumisión acrítica y aduladora hacia Iglesias y su equipo de dirección. Durante meses, el sector consintió la estigmatización y humillación de periodistas, incluso en actos públicos retransmitidos en directo, con mofas, ironías y comentarios despectivos sin reproche alguno.

Se llegó a considerar incluso lícito que una legión de «trolls» y expertos en el manejo de internet y las redes sociales insultasen y amenazasen a su antojo.

La profesión ha permitido excesos que superaban lo tolerable en la presión política, y debió haberse plantado antes. Podemos está dirigido por un grupo de caciques de la comunicación que han amenazado a su antojo con destruir a los críticos. Y en cierto modo, algunos medios lo han tolerado y justificado con una sumisión impropia, incapaces de calibrar las consecuencias reales para la merma de nuestra salud democrática. Discrepar de periodistas es lógico y razonable. Acribillarlos para convertirlos en rehenes de informaciones sesgadas, manipuladas o directamente falsas, no lo es. Esa es la única estrategia de Podemos. Ha faltado una severa autocrítica en un gremio que ha tardado en darse cuenta de que el objetivo de Podemos es acallarlo «por lo civil o por lo criminal».

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