EDITORIAL

Las defensas a medias de nada sirven

La gestión del Gobierno de Sánchez de la defensa de Llarena, y su inacción ante el acoso en la calle, ya violento, a los catalanes no separatistas son muy alarmantes

Pablo Llarena, magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo ABC

ABC

La indefinición del Gobierno resulta ya desasosegante. Después de airear la negativa del Ministerio de Justicia a contratar a un despacho de abogados en Bélgica para defender al magistrado Pablo Llarena de la mezquina acusación que le han lanzado Puigdemont y cuatro exconsejeros catalanes fugados, ahora rectifica aduciendo que el Gobierno defenderá «nuestra soberanía jurisdiccional». Nuevo volantazo. Han tenido que reaccionar el CGPJ , el Supremo en pleno y la gran mayoría de las asociaciones judiciales y fiscales, para que el Gobierno se vea obligado otra vez a rectificar. Sin embargo, el Ejecutivo sigue evitando una defensa expresa de Llarena por temor a que el independentismo se ofenda. De hecho, la Abogacía del Estado ha dejado en evidencia a la ministra Dolores Delgado , incapaz de darse cuenta de que la defensa del Estado de Derecho está encarnada ahora por Llarena, y no por absurdos equilibrios con el separatismo en busca de un diálogo que Torra y Puigdemont desprecian cada día.

La equidistancia en la que se ha instalado Pedro Sánchez resulta preocupante porque de momento Llarena sigue en la estacada. Es más, el CGPJ ha tenido que empezar a maniobrar en defensa de Llarena ante la inacción de Justicia, que por ahora se limita a hablar genéricamente de la defensa de nuestro sistema, y no específicamente del magistrado denunciado, y sigue sin aclarar qué despacho de letrados de Bruselas se encargará de defender al juez, desde cuándo y bajo qué condiciones. Más parece que el Gobierno ha preferido ponerse de perfil frente a la fraudulenta acusación de unos golpistas, antes que enorgullecerse de la defensa pública y sin complejos de un magistrado riguroso que en ningún caso debería acudir a Bruselas a declarar.

Algo falla en el Gobierno de Sánchez, antaño fiel promotor del 155 para Cataluña, cuando ahora hace la vista gorda sobre las agresiones a ciudadanos pacíficos que ejercen su derecho a retirar lazos amarillos de lugares públicos en Cataluña, o cuando los autodenominados «comités de defensa de la república» campan a sus anchas con conductas mafiosas y vulneradoras de la libertad de expresión. El separatismo ha ganado espacio con la indolencia de Sánchez . No es cierto que su llegada a La Moncloa haya rebajado la tensión en Cataluña. Muy al contrario, ha envalentonado a los independentistas y ha aquietado a los Mossos en su labor de garantizar la seguridad de todos. Son una policía política al servicio del separatismo y no hay día en que no lo demuestren abriendo expedientes a quienes luchan en las calles contra la dictadura de los lazos y las cruces amarillas y, por el contrario, dejando pasar las cacicadas, insultos y amenazas de los CDR. Sánchez debería orientarse mucho mejor porque su permisividad está dejando a España sin defensas .

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