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The Beautiful Cádiz

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Mientras todos los políticos imaginables inauguraban el Puente de la Pepa y en San Fernando retumbaban las salvas por entre las butacas del Teatro de Las Cortes -regalo rojo de sedoso lazo que Eduardo Formanti describe en su 'San Fernando Secreto'- yo disfrutaba de 'Los Goonies' asido a una infancia de recuerdos e inocencia que veo renovar con cada atardecer. Y atardeciendo ese 24 de septiembre, dejé la Isla y tomé el camino de Gades buscando un teatro de ladrillos rojos y a Rafael Sadoc.

Sadoc es sanluqueño de Cádiz, como confesó al público que abarrotó el Teatro Falla, sin ser enero. En esta época azarosa declararse hijo de una patria resulta arriesgado por pequeña que sea, pero Rafael -escritor, guionista y director- estrenaba 'The Beautiful Cádiz' en el Gran Teatro Falla, allí donde Ángel Subiela le increpó, tiempo atrás, por no respetar al concurso presentando una chirigota chunga.

«Yo respeto al Falla», bramó Sadoc, exultante. En un día de sobrecostes y Zuazos, Rafael cumplió sueños, promesas e ilusiones: estrenó su película sin haber gastado un solo euro público; cortito de jayares pero sobrado de humor y sensibilidad, eso sí. Subiela me confesó, al terminar la proyección, que al principio nadie daba una peseta por «el loco de Sanlúcar» pero éste había callado a todos los gadicanos (que diría Rajoy).

No me emociona este puente que sectarios y ruines odian, una obra de cabezonería técnica, admirada y despreciada por igual, pero la banda sonora de la Bella Cádiz, esa loca historia de amor de chiriparsa entre Darío y Megan, me sedujo sin remedio. Exuda autenticidad y ofrece una fuerza que sólo se encuentra en valientes como Sadoc, legionarios de pelo en pecho que hurtan a la fortuna los dados marcados, con una tenacidad al alcance de los majaretas. Es por eso que este domingo peligroso de elecciones catalanas que amenazan romper España; este finde resacoso de un Golden Cádiz que tan triste y frívolamente analizan los siempre infelices, mi sombrero se inclina ante la fe, la perseverancia y los cojones de Rafael Sadoc, gaditano de Sanlúcar, que desoyó a los agoreros que intentaron persuadirle de llegar puntual a la cita con su destino.

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