Gerard Depardieu e Isabelle Hupert presentaron en Cannes «Valley of love»
Gerard Depardieu e Isabelle Hupert presentaron en Cannes «Valley of love» - AFP
Festival de Cine de Cannes

Depardieu y Huppert, lo importante es sudar

«Valley of love» y «Chronic», de Michel Franco, a punto de darle carpetazo a la competición

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Poco le queda ya por contar al programa de la competición, y lo que queda no está nada claro que haya alguien con ganas de escucharlo. Isabelle Huppert y Gerard Depardieu protagonizan la película de Guillaume Nicloux «Valley of love», cuyo sentido no puede estar en otro sitio que el de ver el brutal tonelaje del actor licuándose de sudores mientras que la repulida y magrísima actriz lo mira con ese gesto suyo de asco sólo superado por el de Catherine Deneuve.

Ambos personajes, muy parecidos a ellos, en realidad, se encuentran en el Valle de la Muerte, ese agujero desértico del Estado de California, cuando acuden a una extraña cita: fueron pareja hace mucho tiempo, tuvieron un hijo en común que murió seis meses atrás pero que ahora les ha enviado una carta a cada uno en la que les pide que vayan allí y sigan durante una semana un itinerario por esos sopicaldos vacíos y a 50 grados, y que en algún momento de esa semana él se reunirá con ellos para abrazarlos.

Y la película consiste en escuchar los bufidos de Depardieu, gran parte del tiempo sin nada más que le cubra el cuerpo que unos gayumbos XXL y mostrándole a la cámara -con el mismo impudor que un Ronaldo en celebración de gol- el plano general de su abdominalia, o sea, el Monument Valley en todo su esplendor. El argumento no da para mucho, pero se sufre enormemente por él y por su constante chorreo: no es que borde una interpretación sublime, pero hoy por hoy debería disputarle el premio a Michael Caine porque lo suyo ha sido, sin duda, un trabajo de alto riesgo. «Valley of Love» explora mediante un buen puñado de tiempos muertos en el sentimiento de culpa de esos padres enajenados y pretende varios «momentos actor» del rostro enjuto y pecoso de Isabelle Huppert y del embotado de Depardieu, pero uno no acierta a salir del asombro de una interjección inevitable: ¡depardiez!

Y todo el mundo imaginario de «Le petit prince», versión animada de Mark Osborn que se proyectaba ayer fuera de concurso, se desmoronaba después de quedarse en la retina la visión del actorazo francés en toda su paquidermidad: la genial imagen de Saint-Exupery de la serpiente que se traga un elefante y forma un sombrero es pura filfa comparada con el frontal de Depardieu a lo esfera armilar.

La otra película en competición era la del mexicano Michel Franco, «Chronic», una depresiva historia sobre un hombre que se dedica en cuerpo y alma a cuidar enfermos terminales. El protagonista es Tim Roth, ese actor turbio que le pone, al menos, algo vidrioso e intrigante a un relato con la mala idea dentro de estropearte el día. «Chronic» refleja la relación de ese tipo extraño con tres o cuatro pacientes, sin expresar ni producir mayores emociones que las de mero dispensario, el aseo, la atención y el consuelo al desahuciado. Pero, de repente, cuando ya ha conseguido convencerte de que la vida es una gran boñiga, Michel Franco le decide un desenlace a su historia tan incongruente y disparatado que cualquier espectador sensato estaría en su derecho de dirigirse al juzgado de guardia más cercano y ponerle una denuncia.

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