Una de las zonas de tráfico de droga al menudeo es la situada en el paseo de México
Una de las zonas de tráfico de droga al menudeo es la situada en el paseo de México - maya balanya

Los africanos controlan el tráfico de drogas y el «top manta» en El Retiro

No faltan los rateros y los vendedores de alcohol a pesar de la presencia policial

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Hachís. Hachís. «¿Quieres algo?», pregona un nigeriano en el túnel de Lagasca que conduce al parque del Retiroa una joven. No está solo. Le acompaña un compatriota. Si cliente y vendedor llegan a un acuerdo, uno de ellos la acompaña a una calle cercana para realizar la entrega, previo pago por adelantado. ABC fue testigo de una transacción en ese pulmón verde un día laborable a las 17.30 horas. En otras ocasiones ocultan la sustancia en varios puntos del parque (huecos de árboles, arbustos, rendijas, botellas, etc.). Jamás la llevan encima. Con todo, este no es el único delito que se comete en el parque: no faltan los robos al descuido ni la venta de alcohol, artesanía o el «top manta».

Entre 20 y 30 camellos manejan el negocio del menudeo de droga. Se sitúan estratégicamente en distintos lugares de este pulmón verde: plaza de la Independencia, paseo de México, plaza de los Galápagos, en los aledaños del Monumento a Alfonso XII, junto a la estatua del General Martínez Campos, en la entrada por la calle de Ibiza, en la Torre de Valencia..., aseguran a ABC fuentes policiales.

Viven de ello y no les falta clientela. Los vendedores son subsaharianos, mayoritariamente nigerianos, así como algún senegalés y maliense, a los que, en general, les constan órdenes de expulsión por estancia ilegal en nuestro país y antecedentes por delitos contra la salud pública. Están controlados por mafias lideradas por sus compatriotas que supervisan el cotarro sobre el terreno, desde cierta distancia.

Su horario «laboral» es el de la apertura del recinto: de 10 a 22 horas. Y los mejores días para su comercio comienzan el jueves, justo cuando hay más trasiego de público nacional y extranjero. «Las edades de los clientes oscilan entre los 18 y los 50 años. En su mayoría son jóvenes que acuden para abastecerse para el fin de semana, aunque no faltan enfermos de cáncer que la adquieren para mitigar sus dolores», precisaron las mismas fuentes.

El 99% de las ventas son de hachís y el resto, cocaína. El precio de una china, que contiene un gramo de costo, ronda los 5 euros, y el de una bellota, que tiene entre 8 y 10 gramos, los 40 o los 50 euros. «Siempre son los mismos. La cifra se mantiene estable y cuando alguno ingresa en prisión por acumular varios delitos contra la salud pública otro ocupa su lugar», comenta, por su parte, un agente municipal. «Hemos arrestado a alguno hasta en 20 ocasiones en un año».

Peleas por el «territorio»

No faltan las trifulcas entre los camellos por los puntos de venta que utilizan como si fueran de su propiedad y de los que no dudan en expulsar al que osa « invadir» su territorio.

Cuando ven que la Policía les acecha se dan el agua a través del móvil y desaparecen. La Policía Municipal tiene dos puestos fijos en el parque los fines de semana y patrulla a diario, al igual que sus compañeros de la Nacional, estos, incluso, de paisano. A pesar de esa vigilancia, estos traficantes siguen con su negocio, jugando al escondite con los funcionarios uniformados. «Cuando nos ven aparecer, se marchan y en cuanta nos vamos, regresan de nuevo». A uno de los arrestados le sorprendimos con 500 euros que ocultaba en el cinturón. Y la cantidad más grande de droga que hemos decomisado han sido un par de bellotas», afirma este agente municipal. De media, este cuerpo realizaba 150 detenciones al año hasta 2011, «desde entonces la cifra bajó sensiblemente, al no poder cubrir todos los puestos por falta de personal, lo que provocó la retirada del dispositivo de paisano. En 2014 la cifra no superó la treintena».

La venta ilegal es otra de las infracciones administrativas más frecuentes que se producen en el Retiro. Y el «top manta» se lleva la palma. De nuevo los subsaharianos, senegaleses en este caso, y puntualmente algún español, copan esta actividad a diario, especialmente, en la entrada de la Plaza de la Independencia. «Aquí aparcan los autobuses turísticos y entran los visitantes», explica un asiduo de la zona. Bolsos, monederos, gafas de sol, CD, constituyen la mercancía expuesta en el suelo. «Los fines de semana se colocan incluso en la zona del estanque, una de las más concurridas». Entre 50 y 80 manteros pueden concentrarse en el parque entonces a media tarde, indican fuentes policiales.

«Es curioso cómo acusan a la Policía de racista cuando les requisan la mercancía o detienen a los camellos. La gente, que no sabe qué sucede, sale en su defensa», asegura el responsable de un quiosco.

El último producto que se vende desde hace unos tres años es alcohol, sobre todo latas de cerveza, aunque no faltan combinados ni los consabidos refrescos, especialmente cuando comienza el buen tiempo. Paquistaníes e indios llevan su mercancía guardada en carros de la compra o bolsas y se pasean por el parque de forma discreta en torno a los jardines próximos al estanque, detrás del Monumento a Alfonso XII y al Palacio de Cristal, ofreciendo sus productos. Sus bajos precios alejan de las terrazas a la clientela más joven. «Nosotros pagamos nuestros impuestos y los lateros nos comen el terreno», se lamenta el responsable de uno de estos negocios.

Tampoco faltan los vendedores de artesanía, en este caso, españoles, que se suelen colocar en torno al Palacio de Velázquez y al de Cristal. Siempre acaban vendiendo algo.

Algo más que «footing»

En el capítulo de delitos no faltan los robos al descuido. Destacan los rumanos, muchos de ellos menores, que pululan por la zona de los veladores, quienes, con la excusa de preguntar por un lugar, despliegan un mapa sobre la mesa y se llevan el móvil del incauto. También hay autóctonos que, mientras hacen «footing», limpian a los deportistas que hacen ejercicio en la zona cercana a la estatua del Ángel Caído y a cualquiera que pasee y le consideren un blanco fácil. Con todo, los asiduos al parque dicen que ya no se dan los robos violentos de hace una década, que cometían argelinos.

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