Un viticultor pasea al lado de los viñedos anegados por el agua
Un viticultor pasea al lado de los viñedos anegados por el agua - roberto milán

Un informe de la ONU alerta de las consecuencias del cambio climático en la región

Expertos avisan de la posibilidad de que no se puedan plantar viñedos y de la «misteriosa» desaparición de las abejas

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¿Se imagina que en Castilla-La Mancha no se puedan plantar viñedos? ¿O que no se pueda elaborar la famosa miel de La Alcarria por falta de abejas? Estos son algunos de los peores escenarios que las organizaciones mundiales contemplan si continúa el calentamiento global por culpa de la acción del hombre. Y la pregunta que le sigue a estas cuestiones es: ¿se puede hacer algo por parar esta situación? Jonathan Gómez Cantero, geógrafo-climatólogo experto en riesgos naturales, vocal del Colegio de Geógrafos de España y revisor del último informe de Cambio Climático de la ONU, y Carlos Velasco López, comunicador meteorológico, revelan algunas claves de la situación actual y el futuro que nos aguarda.

Castilla-La Mancha siempre se ha caracterizado por un ambiente mediterráneo seco, con pocas precipitaciones y temperaturas extremas: mucho calor en verano, frío intenso y seco en invierno.

«De hecho, Castilla-La Mancha viene del árabe ‘Castilla la seca’», explica Jonathan, que resalta que la región tiene algunas joyas naturales casi únicas en el mundo, como las Tablas de Daimiel, que se ven afectadas por esta amenaza silenciosa y lenta, pero implacable. «Cuando tenemos una región que tiende a la sequedad, el riesgo es muy grave, porque hablamos de ecosistemas casi cogidos con pinzas en los que el agua que cae es el agua que da la vida. Por eso, si se reducen las precipitaciones -una de las consecuencias de este fenómeno por el que la temperatura de la Tierra se eleva de forma abrupta-, estamos reduciendo la biodiversidad», afirma.

Una afirmación que cobra mayor importancia en este enclave, uno de los últimos representantes de los ecosistemas denominados «tablas fluviales» que se forman al desbordarse los ríos en sus tramos medios y cuyos acuíferos han sido sobreexplotados. Tanto es así que entre 1997 y 2009 el Gobierno tuvo que autorizar un trasvase para impedir que las Tablas de Daimiel se secaran de forma definitiva. «La región ha sido una zona muy explotada y raro es el acuífero que no se ha utilizado para regar los cultivos. Por otro lado, el cambio climático hace que se reduzcan las lluvias y aumente el calor, por lo que el resultado es que hay mayor consumo de agua, menos precipitaciones y una mayor evaporación, así que los ecosistemas, como las Tablas de Daimiel, tienden a desaparecer. Y esto no solo pasa aquí, sino también en ecosistemas de montaña, afecta a la agricultura, a la ganadería, a las zonas apícolas....», asegura Carlos.

La agricultura, de hecho, es uno de los principales «daños colaterales» del cambio climático. Si el clima cambia, modifica las propiedades del suelo y las precipitaciones, por lo que cultivos que tradicionalmente se han dado en determinadas regiones, pueden llegar a ser incompatibles. «En España está contemplado, según los escenarios de cambio climático, que el cultivo de la vid se vaya cada vez más subiendo en latitud, de tal modo que de cumplirse las peores previsiones, hacia 2050, la vid estaría reducida a zonas de montaña», alerta Carlos.

Una situación que obligaría al hombre a cultivar viñedos en altos parajes o a invertir ingentes cantidades de dinero en invernaderos. «Los últimos datos en cuanto al peor escenario es de cuatro grados de aumento de aquí a 2100. La Unión Europea se propuso que de aquí a 2050 la temperatura no aumentara más de dos grados, pero la tendencia que se está dando de incremento es bastante alta», explica Carlos, que señala que, por ejemplo, 2014 resultó ser el año más jamás registrado.

Desaparición de las abejas

Desde hace unos años se advierte de la «misteriosa desaparición» de la abeja española, y los científicos -con el Centro Agrario de Marchamalo (Guadalajara) a través de su Departamento de Razas Autóctonas en Peligro de Extinción a la cabeza de la investigación- esgrimen como una de las posibles causas el cambio climático. «Está constatado que el cambio climático afecta a las poblaciones de insectos. Con más calor en la península, puede migrar hacia el norte la abeja africana, que trae enfermedades para las que las nuestras no están preparadas y acaban muriendo. Pero a su vez, población de otra especie, desplaza a la autóctona. Hay panales naturales que han desaparecido no porque hayan muerto, sino por ocupación de otras especies», explica al respecto Jonathan Gómez Cantero.

Estos son solo dos ejemplos de ecosistemas que se pueden ver afectados por el cambio climático, pero en Castilla-La Mancha existen muchos espacios naturales que peligran debido a sus efectos: el parque nacional de Cabañeros, los parques naturales del Alto Tajo, las Lagunas de Ruidera, la Serranía de Cuenca, las Navas de Malagón, el Valle de Alcudia y Sierra Madrona… un patrimonio ecológico que las administraciones intentan salvar a través de iniciativas que protejan el medio ambiente por encima de la acción humana.

Conciencia global y local

«Por ejemplo, la declaración de Geoparque del parque de Molina de Aragón y el Alto Tajo es una figura de protección excelente, porque preserva tanto la formación geológica como todos los recursos y factores que hay sobre ella», alaba Jonathan, aunque advierte: «Sin embargo, mientras no haya una conciencia global y local, de reducir emisiones y de cambiar los modelos energéticos no se conseguirá nada». Por ello, si no se cambia la forma en la que el ser humano se relaciona con el medio ambiente, queda la posibilidad de dejar un legado envenenado a nuestras generaciones futuras, que quién sabe si tendrán que plantar vides en lo alto del pico Ocejón.

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