Cuaderno de viaje

Vuelta al trabajo

Una cosa es el derecho del ciudadano a quejarse y otra que los partidos sean incapaces de ir más allá y plantear alternativas

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Con septiembre volvemos a la oficina, los atascos de primera hora o el mal café que insistimos en tomar en el bar de la esquina. Una cotidianeidad que echaban de menos los profesionales de la protesta. ¡Tantos días sin la pancarta! Esta semana se ha resarcido un líder de la «izquierda rupturista gallega» que solo tuvo en su agenda pública manifestaciones, dos el mismo día.

No es que protestar no sea legítimo. Lo es y además resulta muy sano, pero la política consiste en algo más que agitar conciencias. Tendría que servir para articular soluciones. Una cosa es el derecho del ciudadano a quejarse y otra que los partidos sean incapaces de ir más allá y plantear alternativas. El virus de la insustancialidad puede dar resultados a corto plazo, pero la sociedad exige más, pasar de la crítica a la propuesta.

A escala nacional lo vemos en el desplome demoscópico de Iglesias. Fue tan rápido su ascenso a base de tópicos revolucionarios vacíos como brusca su caída en el CIS ahora que se constató que es incapaz de juntar dos frases seguidas que no haya tenido que acabar rectificando al contraste con la realidad.

Se atribuye a Lincoln aquello de «puedes engañar a todo el mundo algún tiempo, puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo». En Galicia el mensaje no ha calado, por ejemplo, en los gobiernos municipales de las mareas, aunque es una patología extendida también entre otras fuerzas. Con los gritos de las manifestaciones pretenden tapar el ruido de sus líos y esconder el ensordecedor silencio en materia de gestión. Ya deben andar sus estrategas comprobando en el calendario qué festejo tradicional se van a saltar para parecer modernos o qué obra pueden entorpecer para echarle la culpa a otro.

Esta semana ha vuelto el ruido a la calle. Habrán visto muchas pancartas y habrán oído muchas críticas, pero ¿han escuchado plantear alguna alternativa razonable? Siempre habrá buenas razones para protestar y los partidos no deben ser ajenos a las pulsiones de la sociedad, pero, a mayores, y eso es lo que falta, deberían ser capaces de superar el infantilismo y servir de cauce para articular alternativas factibles que permitan de forma efectiva mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

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