Un futuro con mala cara

Las consecuencias del caso de O Garañón no parecen fácilmente conjurables, ni siquiera echando mano de los recursos más efectistas

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Haciendo salvedad de las demoras infligidas por el protocolo judicial a los expedientes de indagaciones e imputaciones, lo cierto es que el tiempo corre en contra de las aspiraciones políticas del señor Besteiro, cifradas ahora en prorrogar hasta donde se pueda la lucrativa profesión de político a tiempo completo. Porque las circunstancias, que nunca le fueron absolutamente favorables, medran en adversidad de día en día, a impulsos del creciente malestar que los últimos episodios conocidos (litigios urbanísticos, reformas inmobiliarias, designaciones para el consejo de la CRTVG) producen entre correligionarios y dirigentes que hasta hace poco creíamos de lealtad indeclinable. Y eso que todavía no han empezado a arrear candela los Pachi, los Caballero y los Caamaño, todos ellos listos para pasar la factura por cuentas pendientes.

Las consecuencias de O Garañón y sus derivados no parecen fácilmente conjurables, ni siquiera echando mano de los recursos más efectistas, como el de hacer lo que el interesado calificó de striptease patrimonial y que a la postre resultó tan decepcionante como aquellos stripteases totales que nos prometía Susana Estrada y se quedaban luego en el fugaz desnudo de una tetita.

Con o sin extractos bancarios, lo cierto es que el reflote de Besteiro no parece tarea fácil, máxime cuando ni siquiera muchos de sus antiguos compadres (quien dice Blanco dice Orozco) parecen excesivamente dispuestos a lanzarle un cabo. La afirmación de que «non me voudeixar vencer» ya no cuela, habida cuenta de que lo mismo dijo Orozco doce horas antes de que el propio Besteiro le obligase a dejarse vencer y a ceder la alcaldía a la señora Méndez, testimonio irrebatible de la certeza de que el refrán « otro vendrá que bueno te hará » mantiene intacta su vigencia.

De la representación socialista en el renovado consejo de administración de la CRTVG no vamos a hacer comentario alguno, salvo recordar que lo privado no es lo público.

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