Una política subordinada

Algunos preferiríamos que el futuro de Besteiro dependiese de las urnas

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Mientras el expresidente de la Diputación de Lugo y vigente delegado general del PSOE en Galicia se entretenía en poner las cabezas de los candidatos socialistas Orozco y Martínez a disposición del BNG y le perdonaba la vida a la señora Candia (es de desear que la advertencia «sobre el tiempo que le quede» no pase de ser una licencia metafórica), hete aquí que la jueza De Lara se complacía en repasar folios del despropósito urbanístico de O Garañón (un topónimo perfectamente adecuado para llevar a la portada de ElCaso un suceso de sangre: El crimen de O Garañón), con sus escurrideras de licencias dudosas, retribución de favores, brevas inmobiliarias y vista gorda. La atención del señor Besteiro se centraba en la calderilla del Audi A8 (un poco demagoga la señora Candia, todo hay que decirlo) pero donde estaba el quid del garlito era en los cartapacios del juzgado número 1 de Lugo, amontonados en ese barullo de papeles en que ha venido a parar toda la maquinaria de la Administración de la Justicia en España.

Pero más allá de lo que el emplazamiento judicial del señor Besteiro pueda hacer pensar a los señores Orozco y Martínez, sacrificados en la pira de la imputación por el ahora también imputado, al margen, decimos, de cualquier ocurrencia oportunista sobre la ley del embudo, la paja en el ojo ajeno o las distintas varas de medir, está el hecho de que la carrera política del señor Besteiro, como antes las de los señores Martínez y Orozco, no debería ser interrumpida por supuestos extrapolíticos, salvo que aceptemos poner en manos de los jueces toda nuestra estructura democrática, empezando por el respeto a la voluntad expresada en las urnas y terminando por la autonomía de los partidos para adoptar sus propias decisiones.

A la espera de lo que pueda dar de sí (o de no) la imputación del señor Besteiro et alii, al margen de imprudencias notorias y de errores de estimación, algunos hubiésemos preferido que el final del trayecto político del todavía secretario general de la sucursal gallega del PSOE lo determinase la voluntad de los ciudadanos y no la imputación de una jueza. Malraux dijo una vez que la Democracia era un sistema con dos escalones: en el de arriba, la voluntad popular; en el de abajo, todo lo demás. Lástima que ni él mismo lo creyese.

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