Fina Casalderrey: «Me preocupa la actitud de algunas chicas de hoy a las que les gustan "los malotes"»

—Hoy se celebra el Día de la Mujer Trabajadora, una fecha que reconoce el derecho de las mujeres a desarrollar una carrera profesional en igualdad de condiciones. A lo largo de su trayectoria, ¿cómo ha vivido esta lucha por la igualdad laboral?

—Yo estudié magisterio en la época de la dictadura. Por aquel entonces los chicos y la chicas no sólo ocupábamos aulas distintas, sino que también había materias en nuestro currículo que eran diferentes. Las plazas que se ofertaban para poder opositar también era distintas, independientes. A pesar de todo, cuando acabé mi carrera, los sueldos eran iguales. En este sentido no tengo experiencias propias de discriminación en el trabajo. Tuve la suerte de que, ejerciendo como maestra o escritora, pude olvidarme de que estaba entre hombres o mujeres.

Pero soy consciente de que socialmente queda mucho por hacer. Me incomoda que todavía, la condición de mujer, para bien o para mal, vaya por delante de la de la persona.

—Hace poco más de un año que se convirtió en miembro de la Real Academia Galega, una institución en la que los hombres siguen siendo mayoría aplastante...

—Si hablamos de comparar porcentajes de miembros de uno y otro género, la RAG es la de mayor número de mujeres del Estado proporcionalmente, y eso que sólo hay cinco mujeres.

—¿Cómo resumiría este primer año en la institución?

—Mi balance en este primer año como miembro numerario tiene mucho que ver con una labor de aprendizaje. El cometido principal de la RAG es apoyar a la lengua para que multiplique las primaveras por mil.

—Su gran pasión, al margen de la enseñanza, es la literarura. Un ámbito en el que la mujer tiene voz propia

—Hace ya mucho que dicen que las mujeres son las que más leen, pero es que, últimamente, también son las que reciben más reconocimientos por sus novelas. Ya hay muchas mujeres que fueron capaces de conquistar su tiempo. En el campo de la literatura cambiaron muchas cosas desde que Rosalía escribió aquel prólogo tan tremendo de «La hija del mar» en el que la autora trataba de excusarse por atreverse a escribir siendo mujer, con un poso entre irónico y amargo en el que hablaba de que recoge migajas de liberdad «porque todavía no les es permitido a las mujeres escribir lo que saben y lo que sienten», decía.

—Poco a poco, las mujeres han ido alcanzando metas, pero ¿la igualdad es aún una utopía?

—Hace aún muy poco, en esta parte del planeta, muchas fuimos noticia no por hacer bien o mal las cosas sino por ser «la primera mujer que». Simplemente por leer un pregón, alcanzar un determinado premio, realizar un viaje largo a tierras desconocidas, llegar a la presidencia de algo, conseguir una cátedra. Si perdemos la cripta de los sueños es como si estuviésemos muertas, no hay que perder la utopía.

—¿Cómo ve el futuro?

—Preocupa un poco esta actitud de parte de las chicas de hoy cuando desvelan que les gustan «los malotes» o las que parece que quieren volver a aquellos tiempos en los que las fotonovelas de la adolescencia nos hacían soñar con príncipes azules que conduciesen nuestras vidas. Y quienes nos tenemos que liberar somos nosotros, preparándonos y compitiendo en pie de igualdad.