Imagen de la huerta valenciana en los límites del casco urbano de la ciudad
Imagen de la huerta valenciana en los límites del casco urbano de la ciudad - mikel ponce
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La recuperación de la huerta valenciana: el reto pendiente en un paisaje amenazado

Un geógrafo valenciano cuantifica en un libro la pérdida de dos tercios de la superficie de esta zona desde 1956

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Singular, viva, referencia cultural e histórica, ejemplo de patrimonio... la huerta de Valencia ha sido inspiración de artistas como Vicente Blasco Ibáñez o Joaquín Sorolla, además de espacio de reconocimiento y objeto de protección por sus innumerables características que convierten en excepcional a la capital del Turia.

La expansión urbanística, sin embargo, ahogaba esta zona que múltiples estudios y proyectos han tratado de recuperar. Uno de ellos es el libro «La huerta de Valencia: un paisaje menguante», del geógrafo Víctor Soriano, en el que se desvela que, desde 1965, se ha perdido un 65% de la superficie, lo que equivale a una reducción de 10.000 hectáreas, pasando de unas 15.000 en este año a 5.000 en 2011.

Las causas en términos globales, según el autor, son dos: el consumo de suelo por la urbanización y las infraestructuras y la sustitución de los cultivos hortícolas tradicionales por cítricos.

La consecuencia directa es que únicamente exista paisaje de huerta de calidad en cuatro municipios: al norte de Valencia, Alboraya, Almàssera y una pequeña parte de Meliana.

Para Soriano, «si la progresión consumidora de suelo en el área metropolitana de la ciudad hubiese continuado como lo hizo en las últimas décadas, la huerta habría desaparecido por completo en muy poco tiempo». La crisis inmobiliaria ha supuesto, en este sentido, un paréntesis en esa ansia urbanizadora de los ayuntamientos, aunque, en su opinión, no se ha soliviantado. «Resulta imprescindible tomar medidas urgentes para, por una parte, paliar el deterioro de la huerta y, por otra, evitar que la actuación descoordinada y desconsiderada de los poderes locales consuman la poca huerta que queda», afirma.

La publicación insiste en que la solución pasa por la preservación, no únicamente por la protección, al no tratarse de un espacio natural, sino «antrópico y productivo». Para ello, expone Soriano, son necesarias tres políticas:

- Un planeamiento metropolitano integral, que recoja el «non nato» Plan de Acción Territorial de Protección de la Huerta de Valencia, pero también todas las demás determinaciones urbanísticas estructurales para los más de 40 municipios del área metropolitana, volviendo al modelo de plan de los tiempos de la Corporación Gran Valencia (y no a los del Consell Metropolità de L’Horta, que parece que ahora se quiere resucitar).

- Dinamizar la huerta permitiendo usos terciarios (estudios profesionales, hostelería, etc.) en las construcciones tradicionales o en otras nuevas compatibles con la protección urbanística.

- Garantizar la rentabilidad agrícola mediante aportaciones de la sociedad en forma de tributos.

Los planes urbanísticos tendrían que caminar en esta dirección, para lo cual resulta fundamental el acuerdo político. «No deberíamos encontrar un plan general municipal, sino un único plan metropolitano o en su defecto un plan general mancomunado. En todo caso, es imprescindible que se respete el principio de no regresión que rige en el derecho urbanístico y que se mantenga cada metro cuadrado de huerta como suelo no urbanizable protegido», señala el geógrafo.

Y una pregunta obvia. ¿Cómo dar a conocer mejor esa huerta a la que tanto se pide proteger?. Para Soriano, son necesarias actividades didácticas que acerquen a la ciudadanía (especialmente a los niños y jóvenes), por ejemplo, a través de rutas que permitan conocer el espacio de primera mano. El mayor compromiso, no obstante, sería el presupuestario. Su propuesta: adecuar los caminos rurales para el tránsito peatonal y ciclista, de modo que encontrar en la huerta un lugar de esparcimiento sea cada vez más popular.

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