Viviendo en San Borondón

El larvado antisemitismo

En los festivales de música popular y folclórica del mundo que se celebran en Canarias, es poco probable encontrar representación del estado de Israel

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Poco a poco, como cuando un volcán ruge anunciando una erupción, ha ido tomando la importancia que realmente tiene la polémica sobre el veto judeofóbico al cantante estadounidense Matisyahu y de origen hebreo. El asunto ya ha alcanzado repercusión internacional, no solo por la muy calificable acción de los organizadores del Rototom Sunsplash de Benicasim (Castellón), sino por la, por ahora, pasividad gubernamental.

España es un país con profundas raíces antisemitas, que saltan a la palestra visceralmente en cuanto tienen ocasión. Unas veces de forma directa, plenamente consciente y sectaria. Otras de forma indirecta y sutil, como es en el ámbito de la cultura y la ciencia. Y curiosamente, Canarias no es un sitio que se vea libre de esa lacra, a pesar de que históricamente no se hayan vivido episodios tan truculentos como los habidos en la España peninsular durante aquella época tan idílica como irreal en la que se dice que existía una pacífica convivencia de las tres culturas: la cristiana, la islámica y la judaica.

Como ejemplo de ese mito se suele citar a Toledo. Para aproximarse mejor, con datos históricos y no leyendas mágicas, se recomienda leer el documentado libro de Serafín Fanjul «Al-Andalus contra España: la forja del mito».

Repasando los programas de los grandes festivales de música popular y folclórica del mundo que se celebran en Canarias, es poco probable encontrar representación del estado de Israel entre los participantes, aunque aparezcan grupos de lugares tan remotos que sólo teníamos noticias de ellos por los documentales de TV2, con los que tan a gustito se dormita la siesta. Alguno ha habido, pero hace tanto tiempo que casi no había nacido por entonces.

Al preguntar a algunos organizadores por esa evidente anomalía, contestan una cosa en público, sobre todo si hay políticos subvencionadores presentes, y otra bien distinta reconocen en privado. Es la presión totalitaria antisemita que ejercen ciertos «colectivos» —palabro usado habitualmente por la izquierda para designar a quienes quieren incluir en su saco— lo que les impide atreverse, casi ni a pensar, en cursar invitaciones a cualquier cosa que suene a judío. Ni viejo y español, como los sefardíes, ni nuevo y universal como los actuales israelitas. Por cierto, hoy en día no todos son judíos pues, como debiera ser sabido, en Israel hay, por ejemplo, árabes hasta en su Parlamento nacional.

Los organizadores saben muy bien que de invitar a algún judío, tienen asegurada la participación libre de grupos con acompañamiento de pitos, tambores, banderas palestinas, polisarias, hoces y martillos de color rojo sangriento y las siempre presentes banderas del frente popular de la II República, no de la república a secas como ellos falsamente proclaman. En algunos municipios de Gran Canaria, muy probablemente, les negarían las subvenciones.

El mundo universitario no se anda a la zaga en cuestiones de totalitarismo antisemita. Basta ver la lista de profesores, científicos, premios Nobel, etc. que son invitados a impartir charlas, seminarios o cursos. No recuerdo casi ningún caso en las universidades canarias, a pesar de la relevancia mundial de la ciencia israelí en todos los campos.

Como muy bien señala Daniel Rodríguez Herrera en Libertad Digital, los que quieren boicotear a Israel, que comiencen por no usar los ordenadores con la pegatina «Intel inside» o las memorias flash, fabricadas o que han sido inventadas allí. Y como la cabra siempre tira al monte, naturalmente que Podemos y su primo venido a menos IU, apoyan el BDS, (boicot, desinversión y sanciones), en general y el veto a Matisyahu en particular. En racismo visceral y antisemitismo esta tropa o tropelía, como Lenin, son leninistas... ¡Vaya por el judío Marx!

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