AL CABO DEL MES

LAS ALETAS

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Reinaba anteayer noche, ido profundo, en las cosas que ha creado el hombre, en las que ha creado la naturaleza, en todo eso que dicen que es la belleza, que cuando deja de ser subjetiva pierde su valor... En esto que, entrando ya en la añoranza por lo perdido, vine a encontrarme con el espíritu de la Navidad de 1905: «¿Ves la ciudad...?» Mira, la veía: ideal, hermosa entre sus murallas; eso sí, con una canija encima que ríase usted de la desaceleración zetapesiana, «Ahí está, don Cayetano del Toro». Coño, el alcalde, qué hace. «Felicita las Navidades a su amigo Moret, al tiempo que le apremia sobre su compromiso con la ciudad, ya sabes, la crisis de entonces, los desastres coloniales», Aprovechando, «Todos estaban por la urbanización de extramuros y el derribo de las murallas, el ensanche había dado vida a otras muchas ciudades», Igual hasta tenían consejo económico y social... ¿se enteró Moret de lo de la verja, pisha?, «Yo soy tu espíritu de la Navidad, no el de Moret, y no me llames pisha». Me dio el corte pero total, despareció... Joé, se lo pasaron en grande tirando las murallas, y ya ves, detrás estaba la mar; me queda la duda si algún espíritu futuro les enseñó la muralla de containeres... Pero bueno, con eso de estar reinando, vine en afirmarme en lo de la subjetividad: aquella ceguera colectiva, al cabo, nos empobreció en valores, más profundamente incluso de lo que podían imaginar... abrió la puerta a destrozar belleza en aras de solucionar cualquier crisis...

En una cosa llevaba razón don Cayetano, «Lo que seamos se lo deberemos al mar», y ahí entran marismas, salinas, caños... Igual la riqueza está en cultivar nuestro laberinto húmedo, a-más-be-más-ce en vez de i-más-de-más-i envuelto en ladrillo... Igual no necesitamos trabajo, sino trabajar. (Muy reinado todo ¿no?, po venga: Próspero Merimé)