Philip Hammond, ministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido
Philip Hammond, ministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido - afp
referéndum en el reino unido

El Gobierno inglés no acierta a concretar qué demanda la Unión Europea

El ministro de Exteriores, Philip Hammond, enuncia principios generales pero no medidas concretas

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El Reino Unido celebrará antes de finales de 2017 un referéndum sobre su continuidad en la Unión Europea, atendiendo a una promesa que efectuó David Cameron en su día para atajar una posible fuga de electores euroescépticos. El Gobierno conservador británico, al igual que la City y las principales patronales, quiere que el país permanezca en la Unión, pues lo contrario supondría un mazado económico. «Debemos decir la verdad, tres millones de empleos, 25.000 compañías, 200.000 millones de libras anuales de exportaciones y 450.000 millones en inversiones están ligados a Europa», ha resumido el ex primer ministro Gordon Brown.

Pero aunque en realidad no quiere irse, Cameron se ve obligado a hacer constantes guiños a los euroescépticos, porque son parte de su electorado

y también porque medio centenar de diputados de su propia bancada parlamentaria son militantemente hostiles a Europa. Para quedar bien ante el nacionalismo inglés, el Ejecutivo ha ideado la siguiente fórmula: solo pedirá el «sí» en el referéndum una vez que haya doblado la mano a sus socios europeos para que adapten la UE al gusto de los británicos. La idea es negociar con los socios, cerrar unas reformas impuestas por los ingleses y con ese triunfo en la mano pedir un «sí» en el referéndum para continuar en «una UE reformada».

Pero ese camino no se antoja sencillo. De entrada porque el Gobierno británico no acaba de concretar qué es exactamente lo que quiere, como volvió a quedar de manifiesto en un encuentro en el mediodía de este martes del ministro de Exteriores inglés, Philip Hammond, con corresponsales extranjeros, al que asistió ABC.

Hammond, de 59 años, considerado del ala euroescéptica de los tories y que antes fue ministro de Defensa, explicó su visión de la negociación con Europa solo unas horas antes de iniciar un viaje de dos días a Bruselas para intentar dinamizarla. Resumió en cuatro los cuatro temas de negociación que quiere plantear el Reino Unido a sus socios:

-Aumentar la competitividad de la UE y disminuir su burocracia y exceso de regulación.

-Recuperar soberanía nacional de los Estados, con devolución de algunas competencias y más peso de los Parlamentos de los países socios.

-Aclarar la relación entre los países que están en el euro y los que no, para que las decisiones que toman los integrados en la moneda única no afecten a quienes han elegido no formar parte de ella, como el Reino Unido.

-Por último, regular la inmigración para limitar el acceso de los trabajadores de la UE poco cualificados a los beneficios sociales de los países punteros como el Reino Unido, a los que llegan merced a la libre circulación.

Lo que se le afea al Ejecutivo de Cameron, incluso desde sus propias filas, es que los meses pasan y no acaba de concretar en qué peticiones concretas se traducen esos cuatro principios genéricos. Todo vuelve siempre a una misma frase conductora: «El Gobierno está trabajando con sus socios para reformar la Unión Europea y hacerla más abierta, competitiva, flexible y democrática, en beneficio del Reino Unido y de toda Europa».

Hammond, que ya ha visitado 26 capitales europeas para plantear la demandas inglesas, expresó su confianza en que el «resultado del referéndum será positivo», tanto si se celebra el próximo año como en el 2017. Cree además que la consulta debería zanjar el debate de la relación del Reino Unido y la UE «al menos para una generación». Insistió en la idea de «sentarnos en la mesa con nuestros socios y lograr unos compromisos aceptables para la gente británica» y resaltó que en el fondo el Reino Unido no hace más que pedir más eficacia económica, «lo cual es bueno para todos los europeos».

A su juicio la enorme crisis de los refugiados puede tener también un efecto positivo: obligar a la UE a abordar «grandes cuestiones de fondo que sistemáticamente se han puesto debajo de la alfombra en Europa durante demasiado tiempo».

El ministro explica que los británicos no sienten un apego sentimental a la idea de la Unión Europea y que en el referéndum tomarán su decisión «poniendo en una balanza si Europa trae un crecimiento económico que justifique a cambio sacrificios en la soberanía nacional». Una disyuntiva entre ganancias económicas y soberanía. Hammond recordó que «hasta hace unas semanas la mayoría estaba a favor de quedarse» [según las encuestas]. Pero con el debate de la inmigración descontrolada en Centroeuropa y el Mediterráneo han aparecido los primeros sondeos que otorgan mayoría al «no».

Aunque su Gobierno quiere seguir en Europa, el Partido Conservador como tal no participará en la campaña del referéndum, según anunció Cameron el lunes, en una nueva concesión a los euroescépticos. La negociación británica con la UE encalla también con el calendario de algunas elecciones nacionales, que pueden dejarle o sin interlocutor, o pendiente de la decisión de los nuevos parlamentos para visar los acuerdos que alcance la diplomacia británica.

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