Protesta contra la ONU por colaborar en el acuerdo de paz encabezados Bernardino León en Bengasi
Protesta contra la ONU por colaborar en el acuerdo de paz encabezados Bernardino León en Bengasi - REUTERS

Los bombardeos en Bengazi frenan de nuevo el acuerdo de paz en Libia

Tanto las declaraciones del Gobierno de Trípoli como el último comunicado del Parlamento internacionalmente reconocido de Tobruk encallan una vez más el diálogo

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La decisión del general Jalifa Hafter, jefe de las Fuerzas Armadas leales a Tobruk, de bombardear Bengasi y la enésima enmienda al plan de paz proyectaron hoy nuevas sombras sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo de paz en Libia, cuya firma la ONU esperaba conseguir ayer domingo.

Aunque oficialmente ninguna de las delegaciones ha abandonado la mesa de diálogo en la ciudad marroquí de Sjirat, tanto las declaraciones del Gobierno con sede en Trípoli como el último comunicado del Parlamento internacionalmente reconocido e instalado en Tobruk que se difundieron este lunes han enfriado el optimismo y encallado una vez más el diálogo.

En declaraciones a la prensa, el portavoz del comité político del Congreso Nacional General, que gobierna en la capital, Driss Ben Fayed, dijo que Trípoli aún no ha recibido el nuevo texto revisado, que deberá estudiar y votar para que sea aprobado.

Según el responsable, en caso de que el documento llegara a lo largo de hoy habría una posibilidad de convocar a la Asamblea para mañana martes, pero si no es así todo quedaría pendiente para después de la fiesta islámica del Aid al-Adha, una de las más importantes del calendario musulmán, que se celebra del miércoles al fin de semana.

El tiempo corre a favor de Trípoli

«Trípoli no tiene prisa para aprobar un acuerdo del que tampoco está muy convencido», ha explicado a Efe un diplomático evacuado a Túnez por la falta de seguridad en Libia. «El tiempo corre a su favor. El 20 de octubre acaba el mandato de Tobruk, y en ese momento no habrá ningún tipo de autoridad legítima, con lo que la negociación cambiaría», argumentó.

Al hilo de este argumento, el diplomático, que ha preferido no ser identificado, coincide con analistas y expertos en la zona que subrayan que la decisión de Hafter de intensificar los bombardeos sobre Bengasi ha contribuido a facilitar las maniobras dilatorias de Trípoli y de quienes en Tobruk también están reticentes de firmar.

El controvertido general, uno de los que se oponen al diálogo de paz, emprendió el sábado una nueva ofensiva contra barrios del centro de la referida ciudad, bajo control de las milicias adscritas a la plataforma Fajr Libya, leal al gobierno no reconocido.

Hafter aseguró que los ataques tienen como objetivo combatir a las células vinculadas a la rama libia del grupo yihadista Estado Islámico, que se han asentado en algunos distritos de la urbe, un argumento que no ha convencido ni a sus rivales ni a la comunidad internacional.

En un comunicado divulgado el mismo sábado, poco después de que la artillería volviera a atacar la asediada y empobrecida Bengasi, la misión de la ONU para Libia (UNSMIL) condenó los ataques y advirtió de que podían socavar el proceso de paz en Marruecos. A las críticas y las advertencias se sumaron poco después varios embajadores europeos, quienes igualmente expresaron su preocupación por las bajas civiles.

Ambos comunicados causaron hoy una dura respuesta de Tobruk, que insiste en eludir una de las principales condiciones de Trípoli para firmar el acuerdo político que permita formar un nuevo gobierno de unidad nacional: el cese de las operaciones militares y el relevo de Hafter.

«El Ejército está luchando contra los terroristas (de la rama libia del grupo yihadista Estado Islámico), que no creen en un gobierno civil. Y la población nos apoya», argumentó el portavoz de Tobruk.

Hafler, un escollo para la firma de paz

En este contexto, Hafter, miembro de la cúpula militar durante el golpe de Estado que en 1969 llevó al poder a Muamar el Gadafi, es a día de hoy el principal escollo para la firma del acuerdo de paz que auspicia la ONU.

El general, que tras ser un héroe de guerra se tornó en la década de los ochenta en uno de los principales opositores en el exilio al tirano, regresó a Libia durante el alzamiento de 2011 con ayuda de la CIA estadounidense y Egipto, y cabildeó entre los rebeldes hasta ser nombrado este año jefe del Ejército fiel a Tobruk.

Sostenido política y militarmente por Egipto y Arabia Saudí, en mayo de 2014 emprendió una ofensiva contra Bengasi con el objetivo declarado de arrebatar esta crucial urbe a las tropas afines a Trípoli y fortalecer la posición de Tobruk en la negociación.

Año y medio después, el sufrimiento de la población civil se ha multiplicado -se calculan cerca de 100.000 desplazados internos-, el frente de guerra apenas se ha movido y el desgaste de ambos rivales ha permitido que células vinculadas a movimientos yihadistas hayan penetrado en distritos de la ciudad.

Más apremiado por la situación parece el enviado especial de la ONU, Bernardino León, quien había señalado el 20 de septiembre como la fecha para lograr el acuerdo. El diplomático español presentó en julio un documento que fue aceptado por Tobruk y algunas milicias del oeste, pero rechazado de plano por Trípoli.

En un intento de desbloquear el conflicto, León instó la semana pasada al gobierno reconocido en el mundo a aceptar las enmiendas de su rival, demanda que quebró la cohesión del Parlamento de Tobruk, algunos de cuyos miembros abandonaron la negociación.

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