Comensales en un restaurante de Nueva York
Comensales en un restaurante de Nueva York - abc

Dos camareras neoyorkinas recibieron 100.000 dólares de herencia de su cliente

Robert Hatfield Ellsworth, un rico coleccionista de arte compensó así la atención recibida por las dos mujeres

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Nació en Manhattan el 13 de julio de 1929, hijo de un dentista y de una cantante de ópera, pero su sensibilidad le empujó al mundo del arte chino desde temprana edad. Consolidado como uno de los mayores coleccionistas de Estados Unidos, Robert Hatfield Ellsworth murió en agosto de 2014 a los 85 años. Aunque antes de despedirse dejó un legado especial para dos mujeres que le dieron de comer durante 50 años. La propietaria del restaurante neoyorkino Danohue's Steak House y su sobrina recibieron una herencia de 100.000 dólares por sus servicios.

Ellsworth ya había mostrado su generosidad en el pasado. En 1986, el coleccionista donó 480 cuadros de artistas asiáticos al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

Un regalo valorado en 22 millones de dólares.

«Dije '¡Oh, Dios mío!' No esperaba nada. Era un hombre muy generoso, era amable con todo el mundo», declaró a AFP la dueña del restaurante, Maureen Donohue-Peters, de 53 años. Su sobrina Maureen Barrie, de 28, es la otra beneficiada por la generosidad de Ellsworth. Fue el abogado del coleccionista de arte quien les dio la noticia, cuando llamó para anunciales que su cliente les había dejado «alguna cosa» en su testamento: los 100.000 dólares.

«Le conocía de toda la vida, 53 años. Fue cliente aquí durante 54, 58 años. Siempre sonriente. Pedía siempre lo mismo para comer y la misma bebida», añadió Maureen. Un plato que consistía en un sándwich de queso por la mañana y un bistec por la tarde, siempre aliñados con bourbon de la marca Jim Beam.

El Danohue's Steak House fue inaugurado por el padre de la propietaria en 1950, aunque Maureen lo heredó después de su fallecimiento en el año 2000. Ambientado como un restaurante típicamente neoyorkino, cosecha buenas críticas en internet de quienes lo han visitado. Como en el caso de «C. Smith», quien considera que el lugar supone «un paso atrás en el tiempo hacia la comodidad clásica».

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