Bruno Mezcua e Íñigo Zurita
Bruno Mezcua e Íñigo Zurita - ABC

El insólito negocio fúnebre del sobrino de los duques de Soria

Íñigo Zurita se ha asociado con el artista Bruno Mezcua para «esculpir» cenizasde fallecidos

Madrid Actualizado: Guardar
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Cuando a comienzos del siglo XX los primeros aseguradores iban de puerta en puerta tratando de vender los incipientes seguros fúnebres, el común de los mortales tocaba madera, se agarraba a una herradura o se les echaba sin contemplaciones por dar mal fario. Con el tiempo, la actividad de aquellas aseguradoras especializadas en organizar una ceremonia digna para el tránsito al más allá se incorporaron a nuestras vidas. Más tarde llegaron los tanatorios, cada vez más asépticos e impersonales. Hoy día, las despedidas fúnebres han evolucionado, en gran medida por la falta de espacio para enterrar a los difuntos o, en su defecto, depositar sus cenizas en algún lugar adecuado. Ya sea rústico, urbano o sacramental, el metro cuadrado está por las nubes.

Con todas estas circunstancias muy presentes, dos emprendedores han tenido una idea sólida, aunque en principio resulte un tanto insólita: crear una pieza de diseño en forma de prisma con las cenizas de un muerto, endureciéndolas y comprimiéndolas con ceras naturales, así como recubriéndolas con una finísima lámina de granito. Ellos son el escultor Bruno Mezcua y el financiero y consultor Íñigo Zurita Ussia, fundadores de Omneo y creadores de este proyecto que busca soluciones innovadoras en un terreno ciertamente delicado.

Bruno es el creativo de la empresa. Pertenece a una familia de funerarios en el Cementerio de la Almudena. Cuenta que aprendió a montar en bicicleta entre panteones y tumbas y, dado que quería ser artista, su primer trabajo fue esculpir con martillo y cincel las letras de las lápidas. «En la puerta del crematorio de la Almudena veía salir a la gente con la urna entre las manos. Y pensaba que no podía ser que el final de alguien fuera de esa manera. Me imaginé un prisma, pero ahí se quedó la idea. Más tarde terminé Bellas Artes, trabajé con Xavier Mascaró y Manolo Valdés, expuse en Estados Unidos y en Venezuela... Pero seguía con mi obsesión por aquel prisma». Años después, le confió su idea a su padre, quien se entusiasmó con ella. A través de su amigo Pablo, recreó su propuesta en un render (una imagen digital que se crea a partir de un modelo o escenario en 3D) y conoció a Íñigo Zurita, quien inmediatamente se convirtió en su socio.

Dos palmos y cuatro kilos

Zurita es quien lleva la gestión de Omneo. Pertenece a una familia bien conectada social y empresarialmente: su padre es hermano del duque de Soria y su abuelo materno fue el conde de los Gaitanes, amigo y colaborador del Conde de Barcelona: «Mi vida no tiene nada que ver con la de Bruno -cuenta-. Soy financiero, he trabajado en Price Waterhouse Cooper y en Deloittte. Debido a unos asuntos personales dimití de mi puesto, me operé de la espalda y aproveché ese periodo de convalecencia y de medio inmovilidad para descubrir nuevos proyectos en los que invertir. Un día, en la oficina de Pablo, pude ver de cerca el famoso render. Pregunté qué era eso y me respondió que se trataba de un muerto que medía dos palmos y pesaba cuatro kilos». Enseguida quiso conocer a Bruno y allí empezó Omneo.

«Este es un sector conservador, donde no ha habido innovaciones potentes. Pero hoy día con las cenizas se puede hacer de todo, desde mandarlas a la Luna hasta fabricar un diamante de un quilate. Todo eso lo ofrecen las funerarias. Y ahí es donde vimos un terreno para introducir el “omneo”», explica Zurita.

Guardado en un estuche de aluminio, su diseño es obra de Jorge Varela. «Lo mejor es que hemos añadido tecnología interactiva -explican los socios-. Hoy día ya no existe nada si no está en tu móvil, así que, pasando tu teléfono por delante del “omneo”, te puedes conectar con tu familiar fallecido. Previamente se ha creado un perfil digital del difunto, con fotos, vídeos o mensajes. Todo eso puede aparecer en tu pantalla de móvil, con las fechas señaladas y los pensamientos de tu persona querida. Pero hay más. En vida, cualquiera puede dejar una cápsula del tiempo a sus descendientes, mensajes que lleguen a los familiares y amigos 20 años después de la muerte de uno». Sí, parece ciencia-ficción, pero todo esto ya es muy real.

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